Con la llegada al poder, el próximo jueves, de Pedro Pablo Kuczynski a la presidencia de Perú, a pocos meses de la asunción de Mauricio Macri en Argentina, lo mismo que semanas después del cambio interino de mando en Brasil, con Michel Temer ahora al frente, queda claro que estos tres nuevos gobiernos le apuestan al desarrollo. Macri y Temer suceden a mandatarios del populista “socialismo del siglo XXI” que tras varias administraciones dilapidaron recursos, debilitaron las instituciones y se dejaron llevar por la tentación de la corrupción a gran escala. Tanto en Argentina como en Brasil la economía venía en cuidados intensivos por cuenta de la forma en que se derrochó el cuantioso presupuesto en aventuras financieras para favorecer a los amigos y cómplices de los regímenes de izquierda de turno.
La asunción al poder de Kuczynski en el Perú es diferente, en cuanto sucede a un gobierno como el de Ollanta Humala, que de la izquierda moderada que representaba durante su campaña electoral por la presidencia, con apoyo aparente del chavismo, supo desligarse de ese influjo y derivó en un gobierno de centro-derecha. Un gobierno que les entregó el manejo de las finanzas oficiales a reconocidos economistas del establecimiento, con positivos resultados en materia de crecimiento del PIB, aumento de las exportaciones y favorecimiento del empleo, gracias al apoyo decisivo a la empresa privada. Todo lo cual redundó en que en estos momentos el mejor desempeño económico regional sea el peruano.
Coinciden Macri y Kuczynski en un proyecto desarrollista que se debe implementar en economías muy diferentes. Por ejemplo, el nuevo mandatario inca anunció que le pediría al Congreso, dominado en parte por el fujimorismo, poderes especiales para gobernar. Asimismo adelantó que habrá una reducción del Impuesto General a las Ventas (IGV) de 18 a 15 por ciento en tres años, con la finalidad de impulsar la formalización económica. La sustentación de esa rebaja tributaria es bastante interesante en la medida en que advierte que una tarifa del 18 por ciento fomenta la informalidad comercial y la evasión. Si se reduce gradualmente, afirma que se incorporarán al circuito comercial legal muchas empresas y transacciones, que pagarán sus respectivos impuestos. Frente al temor de que por esa vía podría crecer el déficit fiscal, Kuczynski enfatiza que, por el contrario, habrá más contribuyentes e ingresos. En esa misma línea, se propone reducir al 10 por ciento el impuesto a la renta para las empresas que se formalicen. Otro de sus proyectos bandera es implementar un millonario plan de obras de infraestructura, con el objetivo de crear más de un millón y medio de empleos y honrar un “nuevo contrato social” que brinde mejores ingresos y mayores beneficios a los trabajadores.
Esa línea de modernidad económica es muy parecida a la que Macri está aplicando en Argentina, aunque partiendo de realidades distintas. No hay que olvidar que en ese país las finanzas estatales siguen afectadas por el despilfarro y el populismo rampante del anterior gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. El déficit se disparó gradualmente cuando se descuidaron las políticas de crecimiento para afincarse en medidas populistas destinadas a seducir a las masas con fines puramente electorales. A hoy las pesquisas judiciales han evidenciado que la familia presidencial, altos ex funcionarios y sus agentes políticos estuvieron implicados en numerosos desfalcos al erario así como en contratos leoninos, lucrándose todos de manera ilegal con millonarias sumas. Algunos, incluso, han sido descubiertos tratando de enterrar en predios de conventos fuertes sumas de dinero.
Macri recibió una economía en cuidados intensivos -muy diferente de la boyante peruana- pero aun así entró pisando duro. Subió los impuestos y dispuso numerosas destituciones en el sector público. Aunque ha tenido choques con la justicia, que intervino para frenar algunas alzas en los servicios públicos, se mantuvo en estas medidas así como en otras políticas cambiarias, arancelarias y de pago de obligaciones crediticias internacionales, siendo habilitado ya en los mercados de capitales externos. Aunque no faltan quienes advierten que se trata de un plan arriesgado, Macri considera que el camino es difícil pero correcto.
Como se ve, la situación económica y política de Argentina y Perú son diferentes, por más que tengan puntos de contacto en cuanto a impulsar la empresa privada y sanear las finanzas públicas. Con no pocas coincidencias en política internacional, lo más importante es que ambos son referentes del cambio democrático y económico en la senda del desarrollismo moderno.