Si bien en las revistas especializadas salen algunos de los adelantos tecnológicos de la industria militar de las grandes potencias, en particular de las armas nucleares que poseen Estados Unidos o Rusia, cada uno de ellos con miles y miles de misiles con ojivas atómicas, el mundo se había acostumbrado a convivir con ese potencial bélico que puede destruir a la humanidad en la convicción que ninguno de esos países, ni los otros que tienen potencia nuclear con terrible capacidad de destrucción, usarían esas armas.
En la actualidad y sobre la marcha, esa convicción está cambiando. Los feroces ataques de ISIS en diversas naciones y la escalada de terrorismo mundial, como sus frecuentes amenazas de atacar en cualquier momento y lugar, mantienen a los gobiernos de Occidente en ascuas. Un día es en París, otro en Londres, en Nueva York o en cualquier parte que los terroristas hacen estallar sus bombas, lanzan un vehículo contra una multitud o ametrallan a inermes pasajeros en un aeropuerto. A veces se trata de un comando armado, en ocasiones de mujeres que se cargan de explosivos en torno de su cuerpo, como de un actor solitario que pretende vengarse de la sociedad con el ataque o que cumple órdenes de un grupo terrorista. Otras veces el atacante es engañado y lo utilizan para llevar el objeto que explota.
Las cosas se van complicando puesto que pese a las cámaras que vigilan las ciudades, del aumento del número de policías, de las exigencias a los viajeros de países identificados con los brotes de terrorismo y con agrupaciones revanchistas de carácter místico-bélico, existen peligrosos elementos que están plantados en los países de Occidente, donde viven como refugiados o residentes, o que han nacido allí, sin dejar de perder sus vínculos con agrupaciones violentas de sus ancestros que, de improviso, se declaran solidarios con ISIS y otros grupos terroristas. A veces se trata de elementos que han sido contactados y adiestrados por internet.
Así que la variedad de posibles sujetos peligrosos o proclives a serlo entre millones de jóvenes y personas mayores en los países civilizados es inmensa. Ni siquiera con pitonisas y videntes se consigue anticipar a esa clase de terroristas sin antecedentes, ni nada que llame en ellos la atención de la sociedad o sus vecinos.
Y los ataques terroristas se repiten una y otra vez, tal como lo han venido anunciando con insistencia los jerarcas de esos movimientos. El peligro no se limita a los ataques con bombas, con gases, con pistolas, ametralladoras o armas blancas. Se pretende sembrar el miedo en la sociedad para que la misma claudique. Se busca controlar determinados países y convertirlos en bases del terrorismo. Una parte del mundo está en llamas por esa razón. Son millones y millones los seres humanos que han escapado despavoridos de su terruño en el Medio Oriente para ir a buscar refugio en Europa y, entre ellos, han cruzado el charco algunos que mañana pueden derivar en terroristas.
Semejante amenaza interna entre las potencias y terceros países determina que los gobiernos se mantengan en estado de alerta y que sus cuerpos de seguridad e inteligencia trabajen día y noche. Saben que con la velocidad del transporte y la variedad de posibilidades que tienen los viajeros, no son pocos los terroristas que consiguen internarse en países o ciudades en las que pretenden cometer sus fechorías y esperar su oportunidad sin afanes. Lo que determina que, a su vez, no se queden a la espera los gobiernos que se saben blancos del terrorismo, como de aquellos que libran una guerra mortal contra el mismo. Es un hecho que ni los Estados Unidos, ni Rusia, ni China y ninguno de los países de Europa que han sido amenazados han conseguido conjurar esos ataques.
Esta compleja situación determina que una potencia como los Estados Unidos resuelva disparar la más poderosa bomba de la que se tenga noticias, después de las bombas nucleares conocidas. Según el Pentágono se trata de la GBU-43, con 11 toneladas de explosivos y un radio de impacto de 1,6 kilómetros, lo más potente en armamento convencional, que se lanzó contra los reductos de los terroristas que se esconden en las cuevas de Nangarhar, en Afganistán. Se trata de golpear la madriguera en donde se esconden los jefes de esos terroristas y en donde se les imparte cátedra a los que están en formación. También los lugares en donde guardan armas, dinero, información y se mueven en la mayor impunidad. La acción pretende decir a los terroristas que no habrá refugio en la tierra suficientemente seguro como para que puedan pasar una noche tranquila y que en cualquier momento los pueden despachar al otro mundo.
Sabemos del armamento nuclear de las potencias. Lo que se desconoce es que Estados Unidos y otros países cuentan con armas sofisticadas que no han revelado y que están destinadas, precisamente, a combatir el terrorismo. Su uso puede desatar respuestas bélicas impredecibles.