Un libro azul –un librito, aunque me rehúse al diminutivo- fue el mayor legado de Hugo Chávez. En “Aló Presidente”, su programa, tipo consejo comunal televisado, tomaba con fuerza la Constitución, que por producción editorial siempre era pequeña, como un rectángulo del tamaño de una billetera.
Cada vez que surgía una diferencia con la oposición o planteaba alguna idea de corte político, económico, social, Chávez buscaba el librito, para aclarar cuál era el espíritu del Estado venezolano, cuyas bases socialistas, por el mismo hecho de serlo, siempre tenían en cuenta al pueblo, hoy desprovisto de la posibilidad de elegir si se celebra o no la Asamblea Nacional Constituyente convocada por el presidente Maduro.
La Constitución Bolivariana de 1999, la de Chávez, y sus consiguientes reformas, siempre tuvo en cuenta al pueblo. Inspirada en el Socialismo del Siglo XXI, llenaba sus páginas de máximas de Simón Bolívar, citas de su consejero, Simón Rodríguez y un enfoque, para muchos erróneo –según Ibsen Martínez, en El Nacional-, de Ezequiel Zamora, aquel terrateniente que la izquierda venezolana, ávida de referentes, catalogó de socialista.
Siempre detrás, complaciente –depronto- Maduro aguardaba como canciller de Chávez. Escuchaba sus discursos, aplaudía cada una de sus frases y le juraba lealtad como un soldado raso a su comandante. En sus lejanos pensamientos retumbaba la imponente vos de su jefe: el pueblo, el pueblo.
Después de tres años y medio en Miraflores, Maduro olvidó lo que su jefe, su líder, su todo, le repitió incesantemente. Olvidó al pueblo. En su Constituyente, ya aprobada por los poderes electoral y judicial, el Presidente ha definido las bases bajo las que cuales se escogerán a los constituyentistas –así les dicen en Venezuela- sin consultarle a le gente en elecciones si está de acuerdo o no con su iniciativa.
Al final de esta semana los recuerdos de Chávez, de Rodríguez, de Zamora, parece que lo persiguieron, de manera agobiante. Estos mismos sirvieron de base para que la fiscal Luisa Ortega y otros referentes del chavismo le recordarán, tajantemente, que su Constituyente –sí, solo suya- no cumple con el requisito básico que su máximo jefe siempre defendió: la consulta al pueblo.
Reculada, misteriosa
El Presidente, presionado a nivel nacional e internacional por diferentes motivos pero entre ellos la Constituyente, anunció el jueves que el texto que saldrá de los supuestos espacios deliberativos y democráticos tendrá que ser refrendado en las urnas. Es decir, le va preguntar al pueblo si aprueba o no la nueva constitución. Pero después, no antes, como indica la carta a la que le juró lealtad.
Sorpresivamente, el comunicado de Maduro fue hecho pocas hora después que la fiscal Ortega le pidiera explicaciones al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), dominado por el oficialismo, sobre los motivos por los cuales aprobó la Constituyente del presidente, vulnerando la constitución al no llamar a un referendo previo.
“Lo propondré de manera expresa, abierta y taxativa, la nueva Constitución saldrá a referendo consultivo para que el pueblo diga si está de acuerdo con la nueva Constitución reforzada o no”, dijo Maduro la noche del jueves, en alocución presidencial.
Jugando a qué
Hoy, en Venezuela, el escenario político es como un tablero de ajedrez. Día tras días cada paso adelante puede significar más tarde uno atrás, pagando con un alto precio.
Con esta carta, ¿a qué está jugando Maduro? Son muchas las razones que pueden explicar la convocatoria a un referendo posterior a la Constituyente. Es posible que intente desinflar la escalada de protestas con elecciones o trate de evitar mayores roces en el chavismo, cada vez más evidentes, como la posición de la fiscal Ortega y otros exintegrantes de su gabinete.
La oposición, ampliamente parcializada en su contra, no cree en su intención de demócrata, convocando a un referendo. Al igual que en los últimos tiempos, considera que Maduro no va cumplir con lo anunciado y terminará buscando algún argumento que le permita pasar la Constituyente sin consultarle al pueblo.
Uno de los jefes de esta corriente, diputado Freddy Guevara, quien ha tenido un discurso frontal en contra del Gobierno, desechó la propuesta de Maduro sin pensarlo. “Él puede decir 'misa' ahorita, pero cuando le den cheque en blanco cambiarán la decisión. Ese caramelito de cianuro nadie se lo va a comer”, declaró Freddy Guevara, vicepresidente del Parlamento.
Los constantes incumplimientos del oficialismo con la oposición hacen inviable algún grado de confianza entre las partes. Aparte de tres elecciones que le deben, los contradictores de Maduro dicen que la mesa de diálogo, que fracasó en noviembre de 2016, no dio ningún resultado por sus constantes incumplimientos de la agenda decretada, que incluía una apertura de un canal humanitario y la liberación paulatina de presos políticos.
Disidencias
Maduro, al final, le puede temer a las disidencias. El comportamiento de la fiscal, crítica de su gestión, se ha vuelto una constante entre sus exfuncionarios, que en diversos medios han criticado la Constituyente, en especial, pero en general su gobierno, incapaz de responder a las demandas de los venezolanos.
Por más que los líderes “duros” del chavismo han intentado apaciguar las palabras de la fiscal Ortega, con marchas en su contra bajo la consigna de “traidora”, las denuncias de ella han calado en parte del oficialismo, que, como nunca, hoy coincide con la oposición criticando a la Constituyente por su falta de “democracia participativa”
Atemorizado o en tono combativo, o las dos cosas, Maduro dijo que “no es la primera vez ni la última que surgirán traidores y su traición empieza con su vacilación a la necesidad de procesos transformadores”, dirigiéndose indirectamente a la fiscal ortega.
Por primera vez en mucho tiempo, el Presidente socialista habló de “sectores vacilantes” haciendo referencia aquellos que están “traicionando” el proceso revolucionario, hoy estancado por una hiperinflación presupuestada en más del 700%, escasez de alimentos y una polarización política que no da señales de terminarse.
Al igual que Ortega, Miguel Rodríguez, exministro de Interior y Justicia, y Gabriela Ramírez, exdefensora del pueblo, han levantado las voces para rechazar la Constituyente, a la que califican de “impensable” por elegir constituyentista sin la aprobación del pueblo.
Como ellos, hay otras voces disonantes. Sin embargo, Maduro se encierra en su círculo, en el que, por el momento, le juran lealtad. Al menos ya le preguntará al pueblo si está de acuerdo con la Constituyente o no, pero después que se realice. En unos días, puede cambiar y solicitar que el referendo sea antes. Todo puede pasar.
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