En contravía del “usted no sabe quién soy yo” que a menudo usan personajes colombianos para denostar “valía” o “superioridad” en diferentes circunstancias, el precandidato republicano a la Casa Blanca, hijo y hermano de expresidentes, lanzó su campaña con un solo “Jeb!”, para que el Bush de su apellido no sea peso ni contrapeso en la contienda electoral.
Tras ocho años de receso político tras una exitosa gestión como gobernador de Florida y otros tantos de haber realizado incansable labor proselitista, primero a favor de su padre George W.H. en 1988 y luego de su hermano, George W., que fueron clave para que ambos fungieran como presidentes de Estados Unidos, Jeb se lanza se embarca en esa misma aventura.
"Amo a mi padre, amo a mi hermano (...) Pero yo soy yo", ha insistido Jeb Bush desde meses atrás, cuando le comenzó a sonar la aspiración presidencial.
Consciente como ningún otro de la responsabilidad que implica no sólo una candidatura presidencial, por ser parte de una de las dos dinastías políticas de Estados Unidos, las que manejaron el poder ejecutivo entre 1989 y 2008, Jeb sabe que debe pelear duro, primero para alzarse con la nominación republicana y luego por la Presidencia, ante un rival demócrata que, de seguro, será la exprimera dama y exsecretaria de Estado, Hillary Clinton.
Por ello entra en la contienda partidaria hablando claro y pisando fuerte. “Soy candidato para presidente de Estados Unidos”, dijo al oficializar su candidatura el pasado lunes y esbozar su hoja de ruta programática. Tal vez ese fue su primer yap de derecha, tanto para copartidarios como opositores, develando que tanto en el combate por la nominación partidaria, en el que tiene al menos 15 contrincantes, como por el poder, irá hasta el final.
A sus 62 años, precedido de una exitosa gestión en la gobernación de Florida, reconocida por seguidores y detractores, encara varios retos inmediatos. A saber, convencer a las bases de su partido de que él debe ser el “elegido” por sus capacidades, experticia, visión y real posibilidad de triunfo, a la vez que fijar posturas de centro-derecha en temas clave para atraer a los independientes, vitales para ganar las elecciones.
Para el primero de ellos esgrimirá además de la ideología muy conservadora con la que dirigió, durante ocho años, la mencionada gobernación los logros obtenidos: baja de impuestos, privatización de empleos públicos, privatización de escuelas, y el uso de la fuerza letal para legítima defensa de los ciudadanos. Y, el más importante de ellos: la intensa campaña electoral en el 2000 a favor de su hermano George y que le dio la presidencia de EU en las urnas de Florida.
Para ganarse a los independientes, pero sobre todo a la cada vez más numerosa comunidad hispana, tiene como bandera la promesa de una reforma migratoria, pero vía Congreso y no con medidas administrativas como las adoptadas por Barack Obama para solucionar, de una vez por todas, la situación de 11 millones de indocumentados. De llegar a ser presidente, tendría el camino allanado para sacar avante esta incumplida promesa de campaña del mandatario demócrata, ya que el actual Congreso es de mayoría republicana.
Insiste en que esa medida impulsará la economía mucho más que las deportaciones masivas que defienden algunos líderes duros de su partido.
“Se habla español”
Este “peso pesado” de la política norteamericana también tiene a su haber la empatía con esta comunidad, la misma que nació hace 45 años cuando en un intercambio estudiantil conoció, se enamoró y le dio el sí a la mexicana Columba Garnica Gallo. De allí que no sólo hable perfecto el español, sino que conozca las necesidades y anhelos de quienes han llegado a suelo norteamericano en aras de un futuro mejor.
Jeb también es muy afecto a la comunidad cubano-estadounidense y llegó a ser considerado "cubano honorario" en Florida, el mismo estado donde el voto hispano es muy apetecido, que tradicionalmente ha favorecido a los demócratas pero que podría deslizarse fácilmente a las toldas republicanas.
El combate por la nominación partidaria no es ni corto ni fácil. Con rivales de envergadura, Jeb no tiene el aura de candidato invencible que parecía posarse sobre él meses atrás cuando comenzaron a hacerse sondeos con base en posibles aspirantes. Sin embargo, se ha mantenido en los mismos como la carta más fuerte, aunque asechado por figuras como Scott Walker, gobernador de Wisconsin o Marco Rubio, el senador de Florida de origen cubano que sueña con ser el primer presidente hispano de EU.
Aún no se registra sondeo alguno tras la oficialización de su candidatura, pero en línea con los anteriormente registrados, de seguro mantendrá de primero, erigiéndose como la apuesta más segura para enfrentar la carta demócrata, donde Hillary Clinton lidera en solitario la carrera por esa nominación.
Jeb es más analítico y metódico que su hermano y más ideológico que su padre. Son variables que, sin duda, explotará a su favor para imponerse en las primarias, carrera que parte a finales de este año, y en la elección presidencial de noviembre de 2016. De darse las cosas como es su sueño, Jeb se convertiría en el tercer Bush en ser electo presidente, prolongado el reinado de la dinastía política más famosa de la historia de Estados Unidos. El último mandatario presidente del Partido Republicano sin ese apellido fue Ronald Reagan (1981-1989).
Las cartas están abiertas en el escenario republicano. Los 16 aspirantes mueven sus campañas y financiación. Si Jeb es el escogido al término del largo camino de las primarias, Estados Unidos viviría en 2016 un choque de dinastías: Bush vs. Clinton./EL NUEVO SIGLO con AFP