La ley de reforma tributaria incluyó un impuesto al consumo de bolsas plásticas, según se argumentó en su momento, con el fin de combatir los impactos causados al ambiente de cuenta del consumo de las mismas; sin embargo, algunas cosas no quedaron suficientemente claras y no es muy lógico el mecanismo que se está utilizando para efectuar dicho control.
El plástico en general y las bolsas plásticas en particular tienen una vida de alrededor de 1.000 años hasta el momento en que se descompone en millones de partículas tóxicas, que cada vez más van contaminando el planeta y matando anualmente más de 100.000 mamíferos y más de un millón doscientas mil aves. Se calcula que en cada milla cuadrada del océano flotan hoy en día más de cincuenta mil pedazos de residuos plásticos, cifras que por si solas justificarían cualquier medida que tienda a controlar su consumo; desde este punto de vista el esfuerzo es loable, pero existen otros matices que quizá se han pasado por alto y no sobra hacer una reflexión sobre los mismos.
La producción mundial de bolsas alcanza una cifra que sobrepasa los 1.3 billones de unidades al año y de este número Colombia no contribuye ni tan siquiera con el 1%, esto nos hace pensar que por fuerte que sea el impacto del impuesto, asumiendo que lo haya, no hará mella en el problema global; con esto no pretendo aseverar que no sea loable y útil, alguien debe hacer el primer esfuerzo, sin embargo cabe anotar que no se nota el beneficio ambiental de la medida y que el aumento del recaudo por parte del estado no tiene incidencia directa en la protección ambiental.
El mundo ha realizado esfuerzos similares, en la mayoría de los casos han sido un fracaso rotundo, el más notorio quizá es el de los Estados Unidos en donde el consumo de bolsas plásticas se ha multiplicado por seis en los últimos 35 años; aunado a esto está el hecho de que el reciclaje de este material solo llega al 1, 45% según el más optimista de los estudios.
A partir de ahora todos pagaremos las bolsas plásticas que utilicemos en los supermercados o grandes superficies, no se incluyen tiendas de barrio ni pequeños comercios, no se incluyen las bolsas de recolección de frutas y/o legumbres y no se incluyen las bolsas utilizadas en empaques propios del almacén, pero peor aún el dinero no está claramente destinado a revertir o compensar ambientalmente hablando el daño que se causa al planeta y la disminución de bolsas es prácticamente nula por varias razones: Partiendo de los valores promedio de compra en las grandes superficies y grandes almacenes veinte pesos es una suma despreciable en la cuenta y no serían el detonante que incline al comprador a dejar de utilizar un sistema de empaque que viene utilizando tradicionalmente; es muy posible que termine por disminuir las obras sociales que se mantienen con las donaciones de estos almacenes y no el bolsillo de los usuarios.
Pero ya estamos en ello y lo único que queda es propender por tener un destino ambiental para estos recursos, como ciudadanos debemos exigir que el Gobierno nacional se comprometa con programas de inversión de estos recursos, en programas que realmente mejoren las condiciones ambientales deterioradas por el uso de bolsas, no en programas ambientales de otro tipo y mucho menos que se diluyan en el presupuesto nacional. El asunto está en que se genere conciencia y programas de reciclaje y recuperación que solucionen el problema del planeta, si las bolsas son tan peligrosas quizá el tiempo lleve a su prohibición total y no al regreso a la teoría ambiental de Kutnes consistente en que el que contamina paga; llegará el día en que por más que se pague no habrá que comer.
@alvaro080255
*Doctorado en ingeniería de caminos y experto ambiental