El huracán Trump | El Nuevo Siglo
Jueves, 26 de Enero de 2017

El ritmo vertiginoso por medio del cual Donald Trump lleva a cabo su gobierno tiene estupefactos a los Estados Unidos y al mundo. En menos de una semana, desde su posesión, ha puesto sobre el tapete sus principales promesas de campaña, en políticas públicas y quienes pensaban que una vez en la presidencia morigeraría sus propuestas, se han encontrado con exactamente todo lo contrario: las ha concretado y dinamizado.

 

Es un hecho sin duda revolucionario por cuanto era tradicional que los presidentes norteamericanos se midieran, en principio, por lo que hacían durante los primeros 100 días. De hecho, Ronald Reagan sostiene en sus memorias que esa era la base fundamental para prender la locomotora administrativa por los siguientes cuatro años, cuando se pasaba de la teoría a la práctica y se señalaban los objetivos. Fue, según dejó escrito, lo que nunca le permitió desfallecer y lo que posibilitó un gobierno ordenado en medio de los incendios que naturalmente cercan a toda Administración. Es decir, debía dejarse claramente delineado, desde el comienzo, lo importante, en cabeza del primer mandatario, y dejar un espacio para lo urgente que, por lo demás, debía ser materia de debate y conclusión entre los asesores antes de llegar a la Oficina Oval.

Trump parecería haber cambiado drásticamente esos tres meses largos, de tiempo para su evaluación, por una o dos semanas. En efecto, a diario emite directivas presidenciales que modifican sustancialmente políticas que se daban por intocables y produce resoluciones que hasta hace poco tiempo eran impensables. Con una característica primordial: son, todas, desarrollo de lo que dijo una y otra vez, hasta el cansancio, tanto en las primarias republicanas como durante la campaña presidencial, comenzando porque ya ordenó la edificación del muro en la frontera con México. Lo que, ciertamente, muestra suma coherencia, para muchos asustadora, pero que se va erigiendo en su característica principal, pese a ser tachado de indescifrable e impredecible. Que también lo es.

 

Las mismas autoridades estadounidenses aconsejaron, en su momento, que al entonces comandante Hugo Chávez no había que evaluarlo por sus palabras, generalmente provocadoras, sino por sus acciones. Con Trump ocurre otra cosa. En su evaluación es indispensable, primero, lo que dice y luego el desarrollo en memorandos y resoluciones que casi siempre se compadecen con lo dicho, inclusive al milímetro, como puede verse en los incisos y las advertencias de los documentos. Es, de alguna manera, el temperamento del empresario privado (magnate para sus opositores) que, como dijimos en editoriales anteriores, no había tenido oportunidad de mando en el primer puesto del mundo. Un ejercicio donde cuentan los cronogramas y la premura por los resultados que no es, precisamente, la disciplina de la que esté imbuido el Estado ni los agentes políticos. Y donde la planeación y el seguimiento son elementos básicos. Faltaría ver cómo se desarrolla el gobierno Trump en este segundo campo. Y que ocurrirá, por ejemplo, cuando se encuentre con protestas, como puede suceder con la construcción del oleoducto Keystone y la resistencia indígena. ¿La negociará? ¿Sacará la Guardia Nacional? ¿Incitará contra-marchas?  

    

Otra cosa que sorprende, y parece no advertirse, es que el gobierno Trump va varios kilómetros por delante de los medios de comunicación pro demócratas y de la oposición de este partido. Mientras estos se distraen con las provocaciones en los trinos o las ruedas de prensa, dichas a propósito, el nuevo presidente sale de inmediato a su despacho para dictaminar nuevas políticas públicas. Crea pues polémica con su retórica, y por ahí se deslizan periodistas y políticos, mientras avanza en su agenda gubernamental en medio de la distracción. Gran debate, por ejemplo, suscitó que se descolgara de la Casa Blanca la página de internet en español pero, al mismo tiempo, Trump enfilaba sus baterías contra el aborto y, a su vez, liquidaba con una sola directiva presidencial el Tratado Comercial del Pacífico, TPP. Y así para cada caso, una controversia insustancial en mitad de decisiones fundamentales, desde el viraje del Obamacare hasta darle prioridad a su relación con el Reino Unido, invitando, primordialmente, a la primera ministra Teresa May. Ello justo cuando la Corte Suprema de ese país obligó a pasar el Brexit por el parlamento. ¿Acaso la Casa Blanca se adelantará con un acuerdo comercial bilateral por encima de la Unión Europea?

 

De la misma manera, Trump no se ha parado en mientes para dejar en claro que gobernará para sus electores antes que practicar la unidad nacional. En un dos por tres, además, desmontó los pilares fundamentales del gobierno anterior. Y a este ritmo impondrá un nuevo orden mundial en cosa de otras semanas. Se trata, a no dudarlo, del huracán Trump. ¿Hasta dónde llegará?