El fenómeno de El Niño | El Nuevo Siglo
Domingo, 4 de Mayo de 2014

Por Álvaro E. Sánchez H. *

 

Desde hace varios meses se ha venido anunciando la llegada del fenómeno de El Niño a nuestro país. En las últimas semanas se ha precisado que esto ocurrirá en los primeros días de julio y se pronostica una sequía de grandes proporciones en el territorio nacional.

Muchos de nosotros asociamos ese fenómeno con la época del apagón del gobierno Gaviria, durante el cual es posible que fuera la primera vez que lo oímos mencionar. La pregunta es ¿fue verdaderamente la primera vez que ocurrió? Pues no, éste fenómeno es natural y ha ocurrido por miles de años a lo largo de la historia y nosotros no hemos aprendido a ser precavidos, vivir con él y, mucho menos, hemos desarrollado actividades que permitan minimizar los efectos propios del mismo.

 

Causas

 

El fenómeno de El Niño ocurre por el calentamiento del océano Pacífico y consiste básicamente en que la nubosidad que se eleva en las selvas amazónicas no tiene precipitación pronta y llega a precipitarse en el sur del continente, causando grandes inundaciones en Perú, Ecuador y Chile, pero sin permitir las lluvias en Colombia y en algunos países de Centroamérica. Si a este calentamiento le sumamos la deforestación acelerada y masiva de las selvas amazónicas, estamos eliminando una barrera natural de los vientos alisios y generando facilidades para que, con menores temperaturas, la nubosidad se desplace más hacia el sur, gracias a los vientos libres, generando cada vez con más frecuencia fenómenos del niño.

Valga aclarar, entonces, que los fenómenos que naturalmente se debieran estar dando cada 30 o 40 años, están ocurriendo cada 5 o 6 años y tienden a generalizarse, aumentando así radicalmente los periodos de sequía y los regímenes de lluvia en el continente.

 

Camino a seguir

 

¿Qué podría hacer Colombia para prevenir el fenómeno?Realmente se trata de una circunstancia natural que, como tal, es imposible de impedir. La acción que se puede realizar está enfocada a no aumentar su frecuencia ni sus consecuencias así como a enfrentar preventivamente sus efectos; en eso estamos en pañales y no hemos trabajado lo suficiente. Las acciones concretas que se debieran emprender son las siguientes:

1.    El Estado debería tener un control mucho más estricto en la explotación ilegal de madera en nuestras selvas, en ellas se explota irracionalmente y en los últimos 30 años la frontera agrícola y ganadera ha ocupado cerca de un 12% de las selvas originales; eso ha generado un mayor debilitamiento de la selva existente, un aumento en la velocidad de los vientos y una presión (bomba biótica) cada vez menor, llegando a bajar la nubosidad, además de desplazarla cada vez más al sur.

2.    Colombia, como parte del Tratado de Cooperación Amazónica, debería impulsar en los foros internacionales, el cuidado de la selva y la protección de la misma contra la deforestación y la tala indiscriminada; si esto no se hace es posible que logremos llegar al caos en esta o como mucho en la próxima generación. En este punto se debe tener en cuenta que los países de la cuenca amazónica serán los más afectados con el desorden climático que se genera, de allí que llegar a un acuerdo al respecto debería ser una prioridad de todos.

3.    El proceso es irreversible en el corto plazo pero no parece imposible de controlar con buena voluntad de todos y con un control estricto en el largo. Mientras esto ocurre es necesario preparar a las comunidades para los extremos de sequía e inundaciones, y obligar a las autoridades municipales a cumplir con rigurosidad las exigencias de la ley de Gestión de Amenaza, Vulnerabilidad y Riesgo o ley 1423 de 2012. No se puede seguir permitiendo que se construya en zonas de inundación y que se asienten poblaciones enteras en zonas sin recurso hídrico. Al hacerlo estamos sembrando tragedias y conflictos al futuro.

4.    Las Corporaciones Autónomas Regionales deberán prestar mayor atención a los planes municipales de Gestión de Amenaza, Vulnerabilidad y Riesgo y no permitir la aprobación de los POT respectivos sin la inclusión de dichos planes. Aparte, la Dirección nacional de Gestión del Riesgo debería emitir un manual de guía para la elaboración de los mismos y tener una oficina que valide técnicamente los estudios presentados por los municipios.

Hoy por hoy, los estudios correspondientes a gestión de riesgo son presentados por los municipios y no tienen control técnico de ninguna clase. Esto permite que se presenten análisis copiados o sin contenido solo por cumplir un requisito ante los entes de control.

5.    La Ley de Educación Ambiental debería servir para generar agresivas campañas que le muestren a la ciudadanía cuáles serán las consecuencias de acelerar el ritmo de los fenómenos de El Niño. La generación de una conciencia ambiental a nivel país es quizá la mayor de las falencias y la debilidad más grande que tenemos; si la ciudadanía no conoce las consecuencias, seguirá pensando que esto es un problema del Estado y no se dará cuenta del daño hasta que sea totalmente incontrolable; ese día no está lejano.

 

Daños a los ecosistemas

 

Como es natural, el cambio de las pluviometrías, de los climas, de las concentraciones de lluvia y de los vientos tiene consecuencias imprevisibles en los ecosistemas propios de las regiones afectadas. Algunas especies tenderán a desaparecer o a desplazarse, causando desórdenes que acabarán cambiando los mecanismos de supervivencia de todas las especies, con consecuencias imprevisibles.

Debemos, entonces, comprender que si bien el fenómeno de El Niño es un proceso natural, esto no implica que podamos acelerar impunemente su ocurrencia, pues si esto sigue ocurriendo vamos camino al abismo, si es que ya no estamos a un metro del mismo. La invitación es a que no demos un paso al frente y a que preparemos a nuestras comunidades para que afronten los daños que ya son irreversibles.

 

*  Director Maestría en "Gestión y evaluación ambiental"- Escuela de Ingenierías,  Universidad Sergio Arboleda. alsanchez2006@yahoo.es   @alvaro080255