El Estadio olímpico de Londres tiene dificultades para encontrar un inquilino y su futuro continúa siendo incierto pese a los esfuerzos de los organizadores de los Juegos para que no termine como tantos “elefantes blancos” de ediciones anteriores.
En contraste con el gigantismo del ‘Nido de Pájaro’ de Pekín, el estadio de Londres es de concepción sencilla. De un coste de 486 millones de libras (760 millones de dólares, 600 millones de euros), fue pensado como una instalación modulable para poder ser reutilizada después de los Juegos.
Su nivel superior, hecho de acero y de hormigón, tiene 55.000 asientos temporales, y puede ser desmantelado para reducir la capacidad total de 80.000 a 25.000 espectadores.
Pero las negociaciones se hacen eternas. Una primera oferta de licitación, ganada por el club de fútbol del este de Londres West Ham contra su rival Tottenham, fracasó al final de una batalla jurídica en octubre de 2011.
El proceso se reanudó en enero, esta vez con el objetivo de arrendarlo durante 99 años a partir de 2014.
“Estábamos todos obsesionados por la posibilidad de que nuestro estadio se convirtiera en un 'elefante blanco” declaró a la AFP la laborista Tessa Jowell, secretaria de Estado para los Juegos Olímpicos de 2005 a 2010.
“Por eso concebimos un estadio multiusos, con la pista de atletismo como elemento central, para maximizar las posibilidades de reutilización incluyendo otros deportes y actividades”, agregó.
Un estadio de 80.000 plazas utilizado una vez al año para grandes eventos no correspondía con los criterios de desarrollo sostenible de los organizadores.
Pero a menos de cuatro semanas de los Juegos (27 de julio-12 de agosto), cuando la mayoría de las sedes olímpicas tienen ya su futuro asegurado, la suerte del estadio sigue siendo una incógnita.
Tres aspirantes han confirmado sus ofertas: West Ham, una asociación entre la Universidad de East London y el Essex Cricket Club, y una empresa que quiere organizar en el estadio una carrera de Fórmula 1.
“Nuestro objetivo sigue siendo firmar los contratos de reconversión del estadio a finales de octubre”, indicó en mayo Andrew Altman, el director General saliente de la London Legacy Development Corporation, el organismo encargado de asegurar el legado de los Juegos.
Su marcha prevista después de la cita olímpica no sería ajena a las dificultades para ceder el estadio, según el Daily Telegraph, que cree saber que Altman “paga el precio” por no haber logrado asegurar su futuro.
West Ham, que obtuvo la anterior licitación, está bien colocado para ganar, respaldado por su regreso la próxima temporada a la Premier League.
El club reconoce sin embargo que sus seguidores están divididos acerca de la oportunidad de mudarse de Upton Park, a 4 kilómetros del estadio olímpico.
Aunque en muchos países se juega al fútbol en estadios olímpicos, no es el caso de ninguno de los 92 equipos ingleses, que consideran la proximidad con los espectadores como un elemento esencial del ambiente.
El anterior proyecto de Tottenham implicaba destruir el estadio y construir otro en su lugar específicamente para el fútbol, respetando sin embargo el compromiso de Londres de dejar a la ciudad una pista de atletismo invirtiendo en el estadio de Crystal Palace, en el sur.
Pero si se instalara a 8 kilómetros de su zona tradicional, Tottenham, un club del norte de Londres, se metería en terreno de su rival West Ham.
El estadio debe albergar el campeonato del mundo de atletismo de 2017, con una capacidad todavía por determinar.
“Estoy absolutamente convencida de que se encontrará una solución a largo plazo”, estimó Tessa Jowell, que predice que “en estas fechas el año que viene habrá un inquilino y será un estadio con vida propia, probablemente con fútbol pero también con espectáculos y otros usos”.