La situación en Haití es dramática. Desde el terremoto de hace unos años que arrasó la isla, las cosas no cambian sustancialmente. Los compromisos de ayuda de diversas partes del mundo apenas han sido paliativos para enfrentar un problema social y humanitario de grandes proporciones.
La historia de Haití incluye experiencias monárquicas con emperadores. En 1859 se constituyó en República. A partir de 1964, bajo el dominio de Francois Duvalier, declarado presidente vitalicio. Cuando falleció su hijo Jean Claude lo sucedió. En 1986 fue desterrado, y vino una serie de gobiernos militares. Entre los mismos generales se daban golpes para acceder al poder. Hubo elecciones en 1990, con triunfo de Jean-Bertrand Aristide, derrocado por otro golpe militar. Estas circunstancias ominosas no han permitido salir del atraso y las penurias a esta nación. Lo más grave que le ha ocurrido, el sismo que casi la destruye. El estremecimiento terrestre que dejó muchos muertos y desolación fue más recio debido a la deforestación. Allí casi todos los árboles han sido derribados. La madera, en su mayor parte se utilizar para cocinar los alimentos.
Podría decirse que a los haitianos los castigan todas las desgracias. Ahora afrontan una grave crisis de salud por una epidemia de cólera que ha provocado la muerte de más de 8.300 personas y 650.000 contagiadas, desde hace tres años. Se culpa a la ONU de haber contaminado el río con materia fecal que contiene la cepa del mal, por Cascos Azules oriundos de Nepal para la Misión de Naciones Unidas de Estabilización de Haití -Minustah-. La institución internacional no ha aceptado la responsabilidad, ya que estima imposible establecer el origen de la epidemia. Ya cursa demanda en Nueva York contra la ONU que busca un resarcimiento económico por el brote de este peligroso mal que ha dejado muchas víctimas.
Independiente de los resultados de la querella es necesario que el mundo mire a Haití. Es la nación más pobre de América y la ayuda es indispensable. El apoyo a Haití es cuestión de sentido humano. ¿Figura Haití en los objetivos del Milenio? Quizá no se acuerdan de las penalidades que sufre la población, agudizadas ahora por la presencia del cólera. Urge solidaridad con Haití. No puede dejarse a su suerte. Son muchos los problemas que afrontan los habitantes de esta isla. Incluso Francia debiera tener prioridad con este país que fue colonia y solo les quedó a medias el idioma.
Además de tantas carencias ahora están ante una emergencia en salud, que se produce también por la fragilidad de la infraestructura de saneamiento básico y de agua potable. Resulta imprescindible no dejar que sucumban los haitianos en el abandono, la miseria y la enfermedad. Los países ricos con capacidad económica tienen la oportunidad de demostrar su altruismo y generosidad en una causa noble como es la de auxiliar a los haitianos.