- Frenar el reciclaje subversivo
- Recuperación integral del territorio
Corresponde al Presidente de la República, como jefe supremo de la Fuerzas Armadas, garantizar el orden público en todo el territorio nacional. Esa premisa básica del ordenamiento constitucional, llevada a cabo a través del comandante del Ejército primordialmente, es el elemento sustancial que permite generar los instrumentos operativos para que los comandantes de división y de brigada, en compañía de la Policía y la Fiscalía, puedan llevar a cabo dicha función.
Sobre esta premisa no hay, pues, que desviar la atención frente a circunstancias ya sabidas como que el proceso entre el gobierno Santos y las Farc ha terminado en un resultado en buena medida parcial, puesto que finalmente el jefe negociador de esa guerrilla y varios de sus compañeros retornaron a sus andanzas subversivas.
Así las cosas, las llamadas disidencias de las Farc, que desde el principio se mostraron en desacuerdo con los diálogos de La Habana y que, según los expertos, contarían con cuatro mil efectivos, distribuidos entre 1.500 hombres-arma y el resto de milicianos, tienen ahora un aliciente en el nuevo alzamiento armado de ‘Iván Márquez’, ‘Santrich’, ‘El Paisa’ y varios integrantes más del ala militar de la antigua guerrilla.
A ello se suma, asimismo, el hecho de que el Eln, a través de algunos cabecillas regionales, le ha dado una bienvenida inicial a la propuesta de reunificación a través de una supuesta “coordinadora guerrillera”, idea planteada por ‘Márquez’ en su amenazante manifiesto de ayer, donde afirmó que retomaría las banderas de Manuel Marulanda y en el que se opuso a cualquier intervención militar en Venezuela.
Si es cierto que el Eln está en esa disposición y que las disidencias de las Farc se han convertido en un problema de mayor envergadura al presupuestado, Colombia estaría de nuevo, en muy corto plazo, ante el reafianzamiento del fenómeno guerrillero. Lo cual, ciertamente, es una pésima noticia, en medio del mar de coca producida por el auge de los cultivos ilícitos durante el proceso de paz y el avance palmario de la minería criminal. De hecho, ‘Jhon 40’, segundo de las disidencias de alias ‘Gentil Duarte’, no solo tiene grande influencia en el tema de los cultivos ilícitos y el narcotráfico, sino igualmente en el contrabando de oro y coltán, particularmente en conexión con el Brasil. Por lo demás, hay también rebrotes del antiguo Epl, no solo en el Catatumbo, sino en el Cauca.
La denominada paz integral que alcanzó a anunciarse durante la administración anterior, ha quedado sometida única y exclusivamente a lo que pueda seguir adelantándose con los desmovilizados que tienen curules en el Congreso y los excombatientes aglutinados en los llamados “Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR)”.
Como lo dijo el mismo presidente Duque, en su alocución de ayer, debe en todo caso la parte de las Farc desmovilizadas declarar la expulsión de ese movimiento de los nuevos y formalizados disidentes.
Tiene hoy Colombia, de otra parte, un teatro operativo diferente al que existía cuando se inició el proceso de paz de Santos. En primer lugar, la dictadura venezolana, encabezada por Nicolás Maduro, ha dejado de lado cualquier pudor democrático y es clara su intención de desestabilización colombiana, protegiendo a los cabecillas de la guerrilla. Ya no es, pues, la época de los “mejores amigos” de Santos, sino una plataforma geopolítica completamente diferente, inclusive con la masiva migración de venezolanos los últimos dos años.
De otro lado, el auge de los cultivos ilícitos continúa siendo uno de los grandes lunares heredados del proceso de paz, que está aún por resolverse. La cifra impensable de 208 mil hectáreas de hoja de coca sembrada, permanece como el combustible fundamental para que en Colombia prospere el terror y la inestabilidad.
Precisamente, muchos de los líderes sociales que han venido cayendo en diferentes regiones del país terminaron atenazados en las pugnas por los corredores estratégicos del narcotráfico.
Hoy en día lo que se requiere es la unidad total en torno del jefe del Estado y las Fuerzas Militares, en el propósito de afrontar el difícil escenario que se ha venido fraguando como sustrato de la desestabilización institucional colombiana. No se trata, en esta dirección, simplemente de crear unidades militares específicas en el propósito de capturar y reducir a los agentes armados desestabilizadores, sino de que exista un copamiento integral del territorio colombiano, tanto por cuenta de las autoridades competentes, como por las acciones estatales en beneficio de la incorporación de tantos colombianos marginados en esos territorios, a través de los planes de educación, salud y vivienda respectivos.
Es menester, entonces, dar prevalencia a los criterios de autoridad, legalidad y equidad, planteados por el presidente Duque en su alocución de ayer, y hacerlos efectivos en el término de la distancia.