Que en pleno centro de una ciudad cosmopolita como lo es Bogotá una menor muera al caer en una alcantarilla destapada sólo puede calificarse de tragedia indignante y absurda.
Que en plena segunda década del siglo XXI todavía no se haya encontrado en Colombia un mecanismo eficaz para evitar que los inescrupulosos roben las tapas de estos sumideros de aguas lluvias en los centros urbanos, es una tragedia indignante y absurda.
Que en plena zona en donde queda el corazón del poder político, judicial, legislativo, institucional y económico del país no exista la suficiente vigilancia humana y técnica para evitar que estas bandas de ladrones puedan tener el tiempo suficiente para extraer estas tapas, esconderlas y salir del sector sin ser siquiera inspeccionados por las autoridades, es una tragedia indignante y absurda.
Que en pleno sector en donde a diario circulan miles de personas de todos los estratos sociales, ni éstos como tampoco los comerciantes, residentes y trabajadores de la zona aledaña a la alcantarilla destapada, o las autoridades que hacen ronda de manera constante por esas calles, no se hayan percatado del peligro que significaba este orificio en el pavimento y no lo hayan aislado o, al menos señalizado de manera preventiva, para evitar accidentes, es una tragedia indignante y absurda.
Pero lo indignante y absurdo es que todavía existan en Colombia personas que consideran que robarse una tapa de una alcantarilla es un medio de subsistencia diaria y que los cinco mil pesos que les pagan en los centros informales de reciclaje por estos elementos justifican poner en peligro a miles de personas, incluso segándole la vida a una niña de dos años. Una culpabilidad inexcusable que también les cabe a aquellos comerciantes inescrupulosos que no dudan en comprar estas tapas, sin importarles que con su actitud están siendo cómplices directos de un atentado abierto contra la ciudadanía.
Es absurdo e indignante que todavía se considere un ‘delito menor’ el robo de las cubiertas de los sumideros de aguas lluvias, pese a que es claramente una tentativa indiscriminada de lesiones personales o incluso de homicidio. La legislación penal es concreta en advertir que la conducta ilegal no se debe medir en forma aislada, sino también en el ámbito de sus consecuencias y nivel de afectación a terceros. No hay que perder de vista que son múltiples los accidentes de tránsito causados por las maniobras desesperadas e imprudentes de los conductores de vehículos, motocicletas y hasta bicicletas al esquivar las alcantarillas destapadas. También se cuentan por miles los accidentes que sufren los peatones que caen en estos huecos, no pocas veces con fracturas a bordo…
Es hora, pues, de ponerle freno a esta situación absurda e indignante. Robarse una tapa de alcantarilla es tan grave como hurtar un contador del servicio de gas, pues en ambas situaciones se pone en grave peligro a la ciudadanía circundante. Por ello, en el caso de la pequeña Michel Dayana deben señalarse todas las responsabilidades por acción u omisión, y sancionarse drásticamente. Pero el principal objetivo es identificar y judicializar a quienes robaron la tapa de la alcantarilla.