El primer encuentro cara a cara, inédito en cualquier proceso de paz en Colombia en las últimas décadas, entre las víctimas de las Farc y los voceros negociadores de esa guerrilla en La Habana, sin duda dejó más interrogantes que certezas. Y así debe ser, pues no sólo se trata de un ejercicio casi sui generis en muchos modelos de negociación para la salida no militar a un conflicto armado, pues se centran la mayoría de las veces entre la facción oficial y la rebelde, sino que son tantas las heridas que la guerra ha dejado a lo largo de más de medio siglo en el país que era utópico pensar que víctimas y sus victimarios iban a dejar todo atrás. Por lo mismo, las afirmaciones de este primer grupo de víctimas en torno de que fueron escuchados con respeto e incluso con muestras de arrepentimiento por parte de los cabecillas del grupo armado ilegal, son muy valiosas y ponderables, pero todavía falta mucho en materia de que los victimarios accedan a compensar con verdadera justicia, verdad y reparación a los afectados por su violento accionar.
También es claro que a Cuba viajaron no sólo quienes fueron afectados por actos de las Farc, sino también por los paramilitares y acciones aisladas de agentes del Estado. Sostienen algunos que sólo deberían comparecer los primeros, otros que éstos y los terceros, pero también hay quienes consideran que no debe haber exclusión alguna. Ese es un debate que aún no se puede esclarecer y este primer experimento en este fin de semana tiene que ser tomado como un punto de partida para profundizar en el análisis, ya sobre una base real y no la teórica de las últimas semanas.
Por lo pronto resta saber cuál es la impresión profunda de las partes respecto a lo que pasó este fin de semana y si dichas comparecencias irán más allá de lo simbólico, para traducirse en hechos concretos de reparación a las víctimas.