Empujón a Segunda Ola de las 4G
El de infraestructura, reto urgente
La apuesta por superar el rezago en la infraestructura vial en Colombia cada día es más decidida y pone de presente que en la medida en que las falencias en ese campo se vayan superando, no sólo se impacta la calidad de vida y eficiencia productiva en las regiones favorecidas por la ampliación y modernización de la red de carreteras, sino las posibilidades de aumentar el índice de competitividad nacional para aprovechar en forma más eficiente y rentable la internacionalización de la economía derivada de la entrada en vigencia de los tratados de libre comercio.
En medio de las festividades navideñas es entendible que la opinión pública no sopesara en su justa dimensión la decisión adoptada días atrás por el Consejo Superior de Política Fiscal (Confis), al darle un nuevo aval presupuestal al programa de Cuarta Generación de Concesiones Viales. El organismo aprobó vigencias futuras por 7,7 billones de pesos para tres nuevos proyectos que hacen parte de la Segunda Ola de estas vías. Se trata de los proyectos Transversal del Sisga (1,49 billones de pesos), Villavicencio-Yopal (3,62 billones de pesos) y Neiva-Girardot (2,67 billones de pesos). Esas obras tienen una longitud sumada de 588 kilómetros a intervenir. De ese total, se construirán 124 kilómetros de doble calzada, habrá mejoramiento en 228 kilómetros de vía y se rehabilitarán otros 259 kilómetros.
Una vez entren en operación estos tres corredores la conexión entre el centro y el sur del país aumentará de forma significativa, beneficiando especialmente a los habitantes y economías regionales de Cundinamarca, Casanare, Meta, Tolima y Huila. A ello debe adicionarse el impacto en materia de empleo, pues se generarán más de 25 mil plazas en las zonas de influencia, en tanto que la construcción aumentará su papel protagónico como motor del Producto Interno Bruto, tal y como quedó demostrado con el crecimiento récord de este sector al cierre del tercer trimestre, según lo reportado semanas atrás por el DANE.
A esos tres proyectos deben sumarse el de Autopista Mar 1 (túnel de Occidente-San Jerónimo-Santa Fe de Antioquia- Bolombolo) y Autopista Mar 2 (Cañasgordas-Uramita- Mutatá-El Tigre). En estos la inversión supera los 8 billones de pesos.
Con la decisión adoptada por el Confis, ya son nueve las megaobras viales que han recibido ese aval. Todas serán ejecutadas bajo el esquema de Asociaciones Público Privadas, de iniciativa pública. Ya estaban aprobados otros cuatro proyectos: Puerta de Hierro-Cruz del Viso-Palmar de Varela; Santana-Mocoa-Neiva; Rumichaca-Pasto; y Santander de Quilichao-Popayán.
De esta forma, de los diez proyectos que hacen parte de la Segunda Ola, que beneficiará a más de cinco millones de personas de casi 80 municipios, sólo está pendiente por aprobación del Confis el corredor entre Barrancabermeja y Bucaramanga, que demandará una inversión de 2,7 billones de pesos.
Como se ve, no se trata de proyectos de bajo calibre. Todo lo contrario, la sola Segunda Ola implica construir más de 1.800 kilómetros de vías. Es un proceso complejo y detallado en el que cada etapa demanda pasos específicos para blindar cada obra frente a contingencias presupuestales, de contratación, compra y disposición de predios, licenciamiento ambiental, seguros y demás requisitos. Ya los 10 proyectos que hacen parte de la Primera Ola tienen contratista adjudicado y la mayoría cuenta con acta de inicio de obra, por lo que en 2015 comenzarán a ejecutarse.
La Tercera Ola de las 4G ya está en planificación, lo que evidencia que la apuesta por la infraestructura vial en Colombia no tiene precedentes. Si bien el rezago en la red de carreteras nacionales es muy marcado, sólo en la medida en que se piense en grande y con vocación de futuro, podría irse superando. La falencia en este campo estaba sobrediagnosticada a lo largo de las últimas dos décadas pero el arranque en la aplicación de los TLC la hizo más evidente y su lastre más pesado en materia de capacidad para competir en una economía globalizada. Colombia, pues, debe y tiene que ser un país en obra. Esa, más que una prioridad, es una urgencia.