Un gigante en crisis | El Nuevo Siglo
Jueves, 24 de Septiembre de 2015

Descolgada económica de Brasil es muy grave

Plan de Rousseff sin mayor margen de acción

 

Sorprende  el poco eco que ha tenido en Latinoamérica la crisis económica en que está sumido Brasil y que esta semana pareció empezar a tocar fondo por cuenta de una caída histórica de la cotización del real frente al dólar. El llamado gigante del sur del continente se encuentra en estado de recesión y los pronósticos sobre el futuro inmediato son más que sombríos, al punto que mientras el Gobierno de Dilma Rousseff prevé que el Producto Interno Bruto se encontrará este año alrededor de 1,5 por ciento, otras instancias privadas consideran que el retroceso estará alrededor del tres por ciento a diciembre próximo. Sustentan este último pronóstico en el hecho de que la inflación ya casi alcanza el doble de la meta prevista para 2015, la tasa de desempleo también va en aumento, en tanto que el consumo interno de hogares se ha desacelerado, profundizando así el enfriamiento productivo.

Lo más complicado de todo este panorama es la poca confianza que ha generado el plan de contingencia aplicado por el Gobierno para apretarse el cinturón, en especial los recortes en materia salarial y de contratación pública, la eliminación de más de una decena de carteras ministeriales y despidos en muchas entidades estatales. De igual manera es claro que un gobierno cercado cada vez más por el escándalo de corrupción en Petrobras, que ya salpica toda la cúpula del Partido de los Trabajadores -PT- e incluso produjo esta semana la condena al extesorero de la colectividad, difícilmente podrá impulsar una nueva reforma tributaria. Es obvio que la Presidenta no tiene margen de acción ni coalición política que le permita aplicar este apretón en materia de impuestos, a tal punto que en las divididas toldas de su partido hay quienes advierten que esa política va en contra de los postulados defendidos desde tiempos del expresidente Lula Da Silva, quien dicho sea de paso, si bien ha tratado de salir como escudero de su sucesora, no ha tenido mayor efecto, no solo porque también estaría en la mira de las pesquisas del caso Petrobras, sino porque su anuncio en pos de buscar una nueva reelección generó más peros que apoyos en el accidentado escenario político brasileño. La cuestión, como se ve, no es apenas coyuntural, y no pocos analistas de la más alta seriedad en las ruedas bursátiles del vecino país advierten que si se mantiene el clima recesivo Brasil afrontaría en 2016 la crisis económica más grave de los últimos ochenta y cinco años, previsión  que debe poner en alerta máxima a todo el subcontinente dado el peso del gigante suramericano a nivel global y regional. Es evidente que la descolgada del real frente al dólar, que no tiene precedente en la última década, responde a un creciente clima de desconfianza en la estrategia de reactivación  productiva, que se confirmó con la decisión de una de las principales agencias calificadoras de riesgo que le retiró a Brasil el grado de inversión, dándole un puntillazo muy fuerte a las expectativas sobre una recuperación a corto plazo. Pesimismo que se hace más patente debido a que los precios del petróleo siguen sin reaccionar en los mercados internacionales.

Visto todo lo anterior, tendría que decirse que la crisis brasileña no ha sido dimensionada en toda su proporción por gran parte de América Latina, aunque al interior del Mercosur las alarmas sí están prendidas porque saben que la recesión y crisis política carioca, unidas a un ambiente electoral muy movido y polarizado en Argentina, seguramente van a desacelerar sustancialmente ese bloque económico, que años atrás tenía el empujón de la demanda venezolana, algo que hoy ya no existe dada la crisis económica que arrastra esta última nación.

Si bien es cierto que el comercio entre Colombia y Brasil no tiene las dimensiones que debería tener, pese a las potencialidades y rubros complementarios entre ambas economías, tanto el sector público como el privado de nuestro país tienen que empezar a analizar cuál será el impacto bilateral y regional de la recesión del poderoso vecino, en especial si su moneda sigue compitiendo en porcentajes de devaluación con el peso colombiano.