*Los anales del conflicto
*Sube la bilis egipcia
Los sucesivos informes que nos llegan sobre la evolución política en Egipto, al derrocar la monarquía, tras varias generaciones que nacieron bajo el predominio militar, que creció desde la época en la que el coronel Nasser, con voluntad mesiánica llegó al poder a fines de los años cincuenta del siglo pasado, modernizó el Ejército y resolvió reclamar el Canal de Suez, que manejaban por concesión ingleses y franceses. Nasser necesitaba los cuantiosos recursos que generaba el Canal para conseguir fondos frescos y extender su influjo político por la región. El caudillo militar quería volver al Gran Egipto de tiempos antiguos y reconstituir un gran país independiente. Al anuncio de Nasser, Francia e Inglaterra hicieron sonar los tambores de guerra y anunciaron la intención de defender por la fuerza la posesión y explotación del Canal; se trataba de una concesión por un siglo de la que quedaban algunos años de vigencia... Nasser, finalmente, se apoderó del Canal.
En otro episodio de la guerra fría en Tel Aviv crecía la zozobra puesto que mientras en las calles los egipcios salían a respaldar a Nasser, éste anunciaba que por el Canal de Suez, no volverían a cruzar las naves de Israel. Era la política del estrangulamiento. Lo que se constituye en una de las jugadas de ajedrez que más se ha analizado en los juegos de guerra que efectúan los expertos en geopolítica y los Estados Mayores; el primer ministro de Israel, Ben Gurión, resolvió asumir grandes riesgos y comprometerse en la guerra contra Egipto en tanto lo secundarán Francia e Inglaterra, en la empresa de derrotar y derrocar a Nasser, como de expandirse por el Sinaí. En un ataque por sorpresa las tropas de Israel, unos sesenta mil hombres, dividieron el Ejército egipcio muy superior en hombres y destruyeron sus divisiones blindadas. Francia e Inglaterra bombardearon los aeropuertos y dejaron sin aviación de guerra a Egipto... Cuando las tropas de la coalición contra Nasser estaban a unos pocos kilómetros del Canal de Suez, la Unión Soviética anunció su disposición de lanzar sus misiles contra Israel. Se especuló sobre la posibilidad de otra Guerra Mundial, lo que impidió Estados Unidos al frenar el avance de Francia, Inglaterra e Israel sobre la tierra de los faraones.
Mucho menos conocido es el papel decisivo que juega en la política mundial Juan Pablo Pérez Alfonso, el ministro de Petróleos de Venezuela durante el gobierno de Rómulo Betancourt, un brillante abogado que se desempeñaba como catedrático de la Universidad Central de Caracas, donde daba a conocer sus ideas nacionalistas, que lo llevan a proponer el fifty-fifty (50-50), en las ventas a las compañías petroleras, cuando en el país en tiempos de Juan Vicente Gómez, hubo un momento en el cual se entregaba el crudo por un dólar. Pérez Alfonso hizo un súbito viaje a Nueva York y le propuso al Gobierno de los Estados Unidos firmar un pacto similar al del café por cuotas, pero con los países productores de crudo, lo que garantizaría a la gran potencia por más de un siglo el suministro del precioso mineral. En Washington, el Gobierno sorprendido con la audaz propuesta, después de consultar con las cinco grandes petroleras, respondió que no podía intervenir un mercado tan complejo que se regulaba por la libre competencia y cuyos precios dependían de la misma y de hechos políticos o militares que se salían de su control. Un tanto decepcionado, Pérez Alfonso, regresó al Hotel Waldorf Astoria, donde se alojaba. Estaba allí, revisando los periódicos del día, mientras un pianista tocaba la canción preferida de Sinatra sobre Nueva York, cuando observó en el New York Times, una noticia en la que se daba cuenta de que en Egipto se reunían con Nasser los gobernantes de los países productores de petróleo. Sin pensarlo dos veces tomó un avión y aterrizó en Egipto. Allí convenció a Nasser y a los poderosos dueños del petróleo de fundar la OPEP, la organización de los países exportadores de crudo. Para la política mundial esta jugada política tendrá tanta o más repercusión que la guerra de los Seis Días y la derrota militar de Nasser.
Como en los años cincuenta el desorden cunde por los países árabes, de la primavera árabe prooccidental, aupada por Occidente, se avanza a fenómenos como el del fundamentalismo del gobernante egipcio y la guerra civil. Una vez más Rusia, por razones geopolítica moviliza sus tropas e intenta impedir que arrasen son sus aliados en la región, de nuevo las masas egipcias, adormiladas por años, salen a las calles a clamar por la libertad. Y el Ejército da un plazo de 48 horas a los políticos para que se pongan de acuerdo y cumplan con las demandas populares, de lo contrario asumirán su responsabilidad de poner orden. Si los responsables del Gobierno y el caos, no se ponen de acuerdo, las Fuerzas Armadas impondrán otra hoja de ruta.