Truss, voz de optimismo | El Nuevo Siglo
Lunes, 5 de Septiembre de 2022

Otra mujer al mando del Reino Unido

* Renovación del conservatismo británico

 

 

De nuevo hay una mujer, sucesora de Margaret Thatcher y Teresa May, a la cabeza del Reino Unido. Esto, gracias a la votación y proceso de selección interna del partido Conservador que recayó en Liz Truss, para reemplazar a Boris Johnson.

Lo anterior significa, en principio, que el conservatismo inglés no hace diferencia de género para enfrentar los retos nacionales. Y que los asuntos gubernamentales, antes que pender de argumentos sexistas, tienen más que ver con la idoneidad y facultades de la persona frente a condicionantes de otra índole, ajenos a las razones de Estado. No está mal reiterarlo en un mundo que suele perderse en la polarización identitaria, base del llamado progresismo, y otros dilemas falsarios.

En efecto, Truss fue designada para llevar las riendas del país y actuar con sindéresis, en medio de la turbulencia mundial que amenaza con prolongarse, a raíz de la invasión rusa a Ucrania; cuando las secuelas de la pandemia del coronavirus siguen vigentes; y en instantes en que los británicos parecerían atrapados en una especie de decadentismo que no les permite avizorar el futuro con el empuje y creatividad de que siempre han hecho gala.

Ante ello, Truss entraña una voz de optimismo. Si bien ella ha sido elegida después de los incidentes que llevaron a la dimisión de Johnson, por una rebelión de un sector de su partido y las renuncias ministeriales respectivas, precisamente son estas circunstancias las que indican que representa una bocanada de aire fresco.

Efectivamente, aunque Johnson no cayó, en estricto sentido, por la improbidad de participar en fiestas furtivas en plena cuarentena, sí lo hizo por el mal juicio en la designación de un funcionario del que había sido advertido por acoso a los jóvenes. Fue el hecho que rebozó la copa.

No obstante, ya era evidente que sus acostumbradas humoradas venían haciendo mella en la percepción ciudadana, y en particular del partido Conservador, a pesar de los resultados positivos en ciertos flancos de la administración pública. Lo cual quiere decir que con Truss habrá, esencialmente, un cambio de estilo. Sin que ello suponga dejar de lado la catadura sonriente y el aliciente de sus 47 años.

Sin embargo, no solo habrá un viraje en esa vía. El ascenso de Truss también implica profundizar la doctrina del conservatismo inglés. En particular, en el manejo de la economía, según salta a la vista de su educación, su ejercicio en otros ministerios y su plataforma ideológica expresada en los debates. De hecho, Truss fue educada por sus padres en el izquierdismo, pero una vez accedió a la Universidad de Oxford cambió de planteamientos, incluso hasta ser parte de la tendencia libertaria de su partido (por demás, su hija se llama Libertad). Y llegó a ser inicialmente antibrexit al lado de David Cameron.

Así Truss se alejará todavía más de la tesis socialdemócrata de bajo crecimiento económico y altas dosis de impuestos. Teoría, de otro lado, que no cala en el grueso de la población o al menos eso es lo que se deja entrever de las encuestas, en las que el partido Conservador, aún en medio de sus crisis intermitentes, aventaja por más de diez puntos al laborismo.

En todo caso, no será fácil para Truss enfrentar tanto la división partidista como, en especial, las nuevas circunstancias económicas. El ritmo de la inflación es el tema preponderante dentro de las preocupaciones y a partir de octubre los ciudadanos sufrirán un gigantesco incremento en las tarifas de energía. Lo que tiene al pueblo británico en ascuas.

Bajo esa perspectiva, Truss enfrenta el dilema implícito de lograr la ruta de Margaret Thatcher, afianzándose y consiguiendo la victoria sobre el laborismo en las elecciones, dentro de dos años, o ser una primera ministra más esporádica que Teresa May. Ella, thatcheriana confesa, se ha puesto por anticipado el punto más alto… como debe ser.