*La división republicana
*Fórmula vicepresidencial, decisiva
RESULTA verdaderamente sorprendente que el precandidato republicano Donald Trump hubiera escalado en las encuestas a partir de posturas radicales, desde que atacó a los mexicanos y la inmigración latina. Lo que demuestra que una porción de estadounidenses piensa como él y no había encontrado un cauce para sus convicciones. De hecho, en los primeros Estados donde se llevarán a cabo las primarias republicanas, Trump encabeza los sondeos, cuando hace apenas unas semanas estaba entre los últimos.
La situación no deja de ser curiosa porque el Partido Republicano tiene buenas posibilidades de hacerse al poder en las próximas elecciones presidenciales. Hoy, ciertamente, Barack Obama, vocero del Partido Demócrata, goza de una amplia imagen favorable, lo que hace presumir que la candidata Hillary Clinton tendría garantizada la aspiración a sucederlo en la Presidencia de los Estados Unidos. Pero, como se sabe, los sectores afines al Primer Mandatario estadounidense no lo son necesariamente a Clinton. Y el contraste entre su desempeño como Secretaria de Estado frente a lo que ha adelantado John Kerry, a quien se debe buena parte del prestigio de Obama, tanto por el cambio en las relaciones con Cuba como por el acuerdo nuclear con Irán, tienden a desdibujarla. De modo que no puede decirse enfáticamente que el ascenso que ha tenido Obama en las encuestas lo reciba Hillary.
En todo caso, del lado republicano, lo que se pensó iba a ser una reacción generalizada contra Trump por sus posturas radicales, no le ha hecho mella alguna, sino que por el contrario lo ha catapultado al escenario político estadounidense. Esto demuestra, precisamente, que es esa polarización la que lo ha puesto en la cima de la campaña. Y como lo dijo su estratega, se trata justamente de diferenciarse entre tantos contendientes republicanos.
No se sabe, ciertamente, cuál es la línea política exacta de Trump. Si por ejemplo es el heredero de Ronald Reagan, de las ideas de George Bush junior o a qué tipo de republicanismo pertenece. Pero precisamente es esa incógnita lo que le ha permitido situarse en los primeros lugares.
Entre tanto, Jeb Bush, el más firme aspirante republicano, deberá sopesar muy bien el espectro político que ha comenzado a desenvolverse. Puede ser, inclusive, que el radicalismo de Trump le sirva más bien para situarse cercanamente a los latinos que serán definitivos en la campaña y de los ha solido ser bastante cercano. Pero tampoco puede jugarlo todo a ello por cuanto Trump amenaza con quedarse con los sectores más radicales de la colectividad republicana, provenientes del Tea Party, cuya ideas más fehacientes son las de la anti-inmigración y la dureza contra quienes no representen lo que se denomina Estados Unidos profundo. Es decir, aquella idea de que esta Nación fue construida y organizada por inmigrantes europeos blancos y que debe restringirse a los demás.
La división en el interior del Partido Republicano, con tendencias a veces irreconciliables, va a ser a no dudarlo la mayor expresión de las primarias. Y suceda lo que suceda el candidato triunfante deberá concitar aquellos sectores que no le fueron fieles durante el trámite electoral. De manera que la elección del tiquete vicepresidencial será uno de los hechos políticos más importantes en el devenir del Partido Republicano. Muy curioso, claro está, sería por ejemplo, una fórmula Jeb Bush - Donald Trump o a la inversa. Habrá, por supuesto, que esperar el desarrollo de la campaña a los efectos.
Al mismo tiempo, sin embargo, Jeb Bush se ha mostrado como un impresionante recolector de fondos electorales, incluso por encima de Hillary Clinton, codayudada por su esposo en la materia. Como se sabe, en los Estados Unidos, el fondeo de la campaña es una de las muestras de quien puede ganar hacia el futuro. En tanto, Trump tiene fondos propios suficientes para usar excedentes en política sin despeinar un ápice sus mechones pelirrojos.
Es muy prematuro para señalar cuál será la verdadera orientación republicana, mucho menos con la cantidad de precandidatos que existen y que hasta ahora despegan. Lo que sí es un hecho es que el que se presumía el más débil de ellos y que se ha metido en la campaña presidencial como una mera aventura, en cabeza de Donald Trump, se ha vuelto, por el momento, un extraño fenómeno de la política norteamericana.