*Carrillo da en el clavo
*Más Pareto y menos diletantismo
En cuanto a la cuestión social y los hechos que sacuden la vida colectiva en Colombia, la tendencia de la prensa a quedarse en la crónica limita la información a la epidermis, por lo general, sin avanzar en la investigación ni tener en cuenta los factores de fondo que van a contrapelo del lugar común. No se escapa el caso de la protesta de los cafeteros a esta tendencia informativa. Las tensiones y la confrontación de los que marchaban por las regiones productivas tuvieron más cubrimiento que el tema de fondo en torno a los desafíos que afecta desde hace años el gremio y que con el tiempo tienden a empeorar. Para el ministro del Interior Fernando Carrillo, el resultado es contundente: “Fracasaron quienes intentaron convertirlo en un detonante de una insurrección antisantista. Los extremos ideológicos, como se demostró con material gráfico, hicieron una alianza oportunista para incidir en la percepción ciudadana de que este país era ingobernable. Quienes antes se combatían ideológicamente se unieron en este paro en un intento de generar caos, pero se encontraron con un gobierno que actuó y respetó la protesta social”. Y plantea que los extremos políticos, desde el punto de vista ideológico, se unen “para apostar al caos y a la anarquía. Es paradójico. Cuando estamos en proceso de demostrar que es una opción la solución dialogada de los conflictos, como se hace en Cuba, otros apuestan por incendiar el país. Es una actitud irresponsable”.
El ministro, en pocas palabras, describe un asunto de fondo en la política nacional, que va más allá del paro de los cafeteros y de las coincidencias momentáneas que pudieran tener los sectores políticos antagónicos en torno a la conveniencia del paro y sus implicaciones; se trata de establecer dentro de la dialéctica de Wilfredo Pareto la postura que asumen los sectores que detentan el poder y los que aspiran a conquistarlo, frente a su realidad social y la política oficial. El modelo que hizo famoso al investigador italiano fueron sus sesudos estudios sobre la circulación de las elites y la lucha por el poder. Algunas manifestaciones de la evolución social colombiana no se dieron en esos tiempos, como el caso de los dineros calientes y su influjo en la política o en la economía. Si bien, Werner Sombart devela la relación entre la piratería y el origen remoto de la fundación del Banco de Londres, que da origen al capitalismo financiero. Lo que se asemeja un tanto al caso de los desmovilizados que han recibido amnistías del Estado y se les permitió conservar su botín para hacer política. Así como en tiempos del imperio Español, varios de esos piratas que plagaron el Caribe de crímenes y fechorías, que con impunidad saqueaban los ricos puertos y barcos, después se convirtieron en súbditos respetables y respetados en la mundanal Londres.
Lo que va más allá de la protesta cafetera es determinar si es un hecho aislado así como la trascendencia del trasfondo de la movilización. En ese sentido habría que analizar si el Estado que tenemos está preparado para conjurar ese tipo de desafíos populares, con el 70 por ciento de la periferia del país con precario ejercicio de la soberanía nacional, desde tiempos remotos. Se trata de establecer, según Pareto, si los círculos que no están en el poder pueden hacer alianzas como las que plantea el ministro Carrillo, que con el tiempo amenacen a los que detentan el poder, para que el gobierno pueda valerse de la astucia o fuerza de un modo más eficaz. Lo mismo que impedir que sus disidentes se puedan hacer jefes de los más. Puesto que de improviso los disidentes descubren su propia potencia y ya no creen que el poder viene de arriba o que “es un crimen recurrir a la violencia, que no hay ningún motivo para usar la fuerza con el objeto de obtener lo que, si es “justo” se puede conseguir por la razón. Derivación que, aclara Pareto, tiene como fin desviar a los revoltosos de dar la batalla en campo favorable. En tal sentido, el gobierno ha debido, según la regla de Maquiavelo, disolver la protesta antes y no después. Regla que opera como una ecuación y que cuando se obra a la inversa suele tener un alto costo político y, naturalmente, un alto costo económico.
Y, en lo que se refiere al poder, el uso del poder del Estado, es evidente que cuando el gobierno se rehúsa a emplearlo por debilidad del Estado o de sus gobernantes o por ambas motivos, queda en condiciones de perder. En los juegos de análisis históricos se reconoce que si Luis XVI hubiese usado la fuerza como es debido y la astucia de manera más apropiada, habría podido abortar la revolución. El mismo Napoleón, declaró que si lo hubiese llamado el Rey, con unos cuantos cañonazos había dispersado a los agitadores de París. Lo más grave es que Colombia lleva más de 50 años sin conseguir derrotar militarmente a los grupos subversivos y un cambio de parecer de las masas sería fatal para el orden. Y un país, sentencia Pareto, incapaz de imponer el orden interno, es muy posible que no tenga fuerzas para defenderse con éxito de las amenazas externas.