* ¿Se repetirá el fenómeno europeo?
* Crecen las apuestas por Romney
Lo que nadie esperaba a estas alturas en la justa presidencial de los Estados Unidos, cuando, normalmente, la inclinación mayoritaria del voto tiende a favorecer al gobernante de turno por la reelección, en este caso Barack Obama. La sorpresa es que el electorado se torna esquivo con el inquilino de la Casa Blanca. Lo que no amilana al Presidente, que ha salido por la vía epistolar a reclamar de sus seguidores “ayuda”. Y lo que reclama no son ideas, ni nuevas propuestas, ni apoyo moral. Pide más donaciones de sus amigos, no importa que sean de “tres dólares o más”. Lo que urge es que esa ayuda en metálico llegue cuanto antes.
Inquieta al presidente Obama que por primera vez en la historia el rival del gobernante lo sobrepasa en recaudación entre la población. Y no es especulación, la fuente es oficial y lo declara el mismo Barack Obama: “Estamos siendo superados”, anuncia el Presidente, quien advierte: “Podemos ganar una campaña en la cual el otro gasta más que nosotros, pero no tanto más”. En un país en el cual todo se mide desde el punto de vista económico, la campaña que sobrepasa a la otra en recursos, más cuando supera en fondos a la del Jefe de Estado, tiene un potencial casi que irresistible de ganar las elecciones. A más dinero, más propaganda, más cuñas, más espacios en los medios, más organización y desplazamiento, más ayuda tecnológica y más opción de contratar a los mejores para mejorar la opinión pública.
Y lo peor es que millones de estadounidenses que se mantienen en la indefinición política, que no leen los programas de los partidos, ni los van a leer y no saben aún por quien van a votar, tienen muy en cuenta las encuestas e indagan sobre el apoyo financiero de cada candidato, ya que el dato es público. Ellos votan, por lo general, a ganador. La campaña de Obama, hasta el momento ha sido una de las mas largas en la que se ha comprometido un gobernante, puesto que arrancó sin contendor entre los demócratas y se anticipó a la republicana, en donde Mitt Romney debió enfrentar a diversos contendores Estado por Estado, en reñida competencia en la que los derrotó a todos en buena lid. Dura campaña en la que mostró su compromiso con los principios republicanos y los Estados Unidos, dando ejemplo de carácter y capacidad de tomar decisiones con prontitud y eficacia. Los ataques de sus contendores a su condición de millonario y hombre de empresa exitoso, como de hábil político que se adapta a las condiciones de lucha más adversas, y de su sentido de la oportunidad, fracasaron. Al parecer, lo mismo le pasa a los asesores de Obama, que consideraron que en tiempos de crisis no era oportuno que un millonario aspirara a la Casa Blanca, olvidando que varios de los más populares presidentes de Estados Unidos han sido millonarios. Incluso, para algunos críticos, un error fustigar a Rommey por su dinero, dado que ha puesto en evidencia que desde el punto de vista de los negocios y el manejo económico, pese a que Obama es el Presidente, el millonario lo aventaja en conocimiento y manejo de las altas finanzas. Y en la primera potencia capitalista eso no es un pecado, sino una virtud. E intentar fomentar una suerte de lucha de clases contra los más ricos sería imperdonable contra la mentalidad calvinista que prevalece en el país a los largo de los siglos.
Las encuestas destacan que Obama y Rommey están por el momento en un empate técnico, pese a que el primero maneja los resortes del poder y tiene la ventaja de actuar de inmediato hasta en el último rincón de la Nación, como de favorecer desde el poder a los sectores sociales que pretende ganar a su favor en las elecciones. La artillería pesada que guardaban en la Casa Blanca para atrapar en una telaraña de calculadas decisiones y discursos a los electores se desploma. Gran parte de las promesas de campaña no se cumplió, o apenas a medias. Y la insatisfacción tiene que ver con la economía. Lo que hace temer que se repita el fenómeno de los países europeos como España y Francia, en donde la oposición ha llegado al poder por cuenta del descontento popular por el manejo económico oficial.
Se evidencia cierto desgaste del gobernante y una eventual falta de credibilidad en cuanto a sus promesas electorales, puesto que algunas son las mismas que no pudo cumplir en el pasado. Quizá por eso bajan recaudos para la campaña en los sectores populares. Y así como disminuyen los ingresos de Obama y aumentan los de sus contendor, como en las carreras de caballos, crecen las apuestas por Mitt Rommey.