* La vivienda, instrumento contra la indigencia
* Comienza a avizorarse la reelección
Además del anuncio de que se presentará una ley en la próxima legislatura para construir 100.000 viviendas y establecer los mecanismos para entregárselas gratis a los más pobres, se ha presentado un estremecimiento político. Evidentemente, aparte de la noticia sobre el nuevo anexo en la política de vivienda, fruto, dicen algunos, de tratar de sufragar la popularidad decreciente del Presidente y el bache entre los estratos altos y los medios y bajos, lo cierto es que los movimientos parecerían una velada notificación de que Santos se ha decidido por la reelección.
En principio, resulta interesante e indispensable la propuesta de la vivienda gratis para los pobres, tanto en cuanto se pretende imponer la voluntad política que no ha tenido el Estado para resolver los problemas concretos de la indigencia. El país, durante los últimos 40 años, se ha volcado hacia la creación de una clase media y de alguna manera ha logrado que los estratos 3 y 4 sean los de mayor espectro. Eso quiere decir que en el propósito de ir configurando una clase media fuerte y autónoma, Colombia sin duda ha progresado. En ello ha contado fundamentalmente la política de vivienda, desde que se estableció la UPAC, antes de colgarle malamente sus variables a la inflación. En adelante, se practicaron ideas adicionales, como la vivienda sin cuota inicial, la autoconstrucción y los subsidios para las casas de interés social, lo que de una u otra manera ha servido para ir sentando las bases de esa clase media en ascenso.
Es hora, también, de que el foco se sitúe en los paupérrimos. Mal hace un país, que se ha convertido en petrolero, se reputa de “milagro económico” del área latinoamericana y crece alrededor de 6 por ciento, no poner sus ojos en los ejércitos de indigentes que no encuentran salida a su situación. El Estado debe servir para ello y para morigerar las desigualdades naturales que se producen en una economía de mercado. No se trata, por tanto, de populismos de ninguna índole, sino de la responsabilidad, pregonada por la Doctrina Social del Catolicismo. Importante, claro, que el asunto no quede en promeserismo, pero no es bueno, en manera alguna, proclamar fracasos y obstáculos donde apenas se está configurando la idea y su instrumentación.
En tanto, el presidente Santos ha escogido a su ministro estrella Germán Vargas Lleras para desarrollar el programa, cuyos delineamientos generales se conocían desde su campaña. Incorporado el asunto como un proyecto de la Unidad Nacional, pasa el Presidente a liderarlo y el Ministro a ejecutarlo. Posiblemente se enriquezca el programa en sus debates en el Congreso y las audiencias públicas, y tendrá que acompasarse con el Plan de Desarrollo y la Constitución, para no incurrir en conductas irreglamentarias.
Resulta, en todo caso, sorprendente algunas voces afiliadas de inmediato al ¡No se puede! Por nuestra parte, ¡Sí se puede!, hasta que no se demuestre lo contrario.
Mientras, el movimiento en el Gabinete señala el compromiso de Vargas Lleras con el Gobierno y su tácita afirmativa a la reelección del presidente Santos. Con alrededor de dos años para ejecutar el plan, si la ley se tramita rápidamente, es obvio que no presentará su candidatura presidencial en las elecciones de 2014. El mismo sentido político corre por cuenta del presidente Santos, pues, comprometido su más claro sucesor, resulta evidente que no solamente mantiene su alianza, sino que queda el camino desbrozado.
Para el éxito de la reelección faltan todavía, desde luego, los conservadores y los de La U. Aunque es prematuro adelantar nada al respecto, ya deben saber, ciertamente y con lo que acaba de ocurrir, que Santos, sin necesidad de musitar palabra, va poniendo sus bases hacia 2014.