El próximo viernes la selección mayor de fútbol de Colombia enfrentará a su similar de Chile en el estadio Metropolitano de Barranquilla en un partido en el que si el combinado criollo que dirige el técnico argentino José Pekerman logra, por lo menos, un empate, o incluso perdiendo pero si se da una serie de resultados en los otros encuentros simultáneos de la eliminatoria mundialista, podría asegurar el tiquete para Brasil 2014 y volver después de muchos años al máximo evento del balompié en nivel orbital, luego de estar ausente en tres ocasiones consecutivas.
Si bien en el fútbol todo es posible, lo cierto es que el rendimiento del equipo colombiano, que marcha segundo en las eliminatorias, detrás de una imparable Argentina, da para pensar que el viernes todo nuestro país podría estar celebrando la clasificación al Mundial, lo que desde ya debe llevar a las autoridades de todo el país a poner en marcha un plan de contingencia para garantizar que la celebración, aplazada luego de tres decepciones futbolísticas muy sentidas, se dé en un marco de mesura y seguridad. No hay que olvidar que así como hay millones de colombianos que saben festejar con orden y medida, lamentablemente hay quienes no saben desfogar sus emociones y lo que empieza como una celebración y un motivo para sentirse orgullosos y, como se dice popularmente, “amar la camiseta”, termina convertido en desórdenes y muchos hechos que lamentar, incluyendo muertes.
En la memoria de muchos compatriotas permanece aún fresco lo sucedido en septiembre de 1993, cuando la selección estelar que dirigían Maturana y Gómez, y comandaba el inolvidable Carlos Valderrama, vapuleó 5-0 a los gauchos en Buenos Aires. Se trató, sin duda, de un resultado histórico para Colombia, no solo porque aseguraba la clasificación al Mundial de 1994 en Estados Unidos, sino porque Argentina siempre ha sido una potencia futbolística. Infortunadamente entre los millones de compatriotas que se lanzaron a las calles a vitorear al equipo y celebrar el pase al Mundial, hubo miles que se excedieron. El licor, las improvisadas caravanas vehiculares y quienes se dedicaron al desorden, el saqueo y los daños a bienes particulares, convirtieron la jornada festiva en una manchada por accidentes, asonadas, decenas de heridos y varios muertos en todo el país.
¿Aprendimos la lección? ¿Tras 20 años del 5-0 ya sabemos celebrar con mesura y seguridad? Se podría decir que sí, pues en las dos últimas décadas han sido muchas las victorias de los nuestros y no se ha vuelto a repetir lo de septiembre del 93. Pero también es claro que en materia de riñas de gente alicorada, violencia entre hinchas desadaptados y conductores borrachos los índices no son los mejores y casi a diario hay noticias relacionadas con estas situaciones anómalas. Por lo mismo, es necesario que desde ya las autoridades no solo en Barranquilla sino en todo el país tengan listas medidas de contingencia para que la celebración el próximo viernes (pues confiamos en lograr ese día la clasificación) se dé en medio de la alegría y la ponderación, y que las risas no se conviertan en lágrimas y pesares.