- Frenar especulación sobre incidente en Cali
- No dejar en el aire denuncias de controladores
A raíz de un confuso incidente que se registró la semana pasada en el proceso de aterrizaje de aeronaves en el aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón, de Cali, una vez más está en el centro del debate el nivel de seguridad de esta modalidad de transporte en Colombia.
Lo primero a señalar es que más allá de las interpretaciones que se han hecho sobre los audios de la conversación entre la controladora del Bonilla Aragón con varios pilotos en torno a qué pasaba con un vuelo de Lufthansa, sólo la investigación que está en marcha, a cargo de los expertos de la Aeronáutica Civil, dirá si hubo en algún momento anomalía o falla de la funcionaria o si, por el contrario, tanto ella como el personal que la acompañaba en su tarea de ordenar los aviones que iban a aterrizar en el aeropuerto caleño, congestionado después de que allí se dirigiera buena parte del tráfico que venía a Bogotá, pues El Dorado fue cerrado por cuestiones climáticas, siempre estuvieron en control absoluto de la situación y acorde con los protocolos para este tipo de casos.
Por lo mismo, resulta no solo apresurado sino riesgoso que personas que no conocen la complejidad del transporte aéreo emitan opiniones, a priori y sin mayor soporte probatorio, que insinúan que la seguridad aérea en Colombia tiene deficiencias de mayor o menor nivel. Este es un asunto de extremo cuidado sobre el que no se puede andar especulando de buenas a primeras. No es sino ver el alud de reacciones en las redes sociales en donde casi que cundió un pánico colectivo sobre qué tan fiable es viajar por avión en Colombia, sin duda la peor antesala para la temporada vacacional que está ad portas de iniciar.
No hay que perder de vista que hay una rectora mundial sobre este tema que puede, incluso, sancionar o restringir el tráfico desde o hacia Colombia si sospecha de la existencia de tales anomalías. Afortunadamente hace muchos años que el país superó la etapa aquella de las “estrellas negras” y hoy, por el contrario, el último plan de modernización de aeropuertos regionales y principales, incluidos los que reciben tráfico internacional, puso a Colombia a la vanguardia en esta parte del continente. No en vano, por ejemplo, el aeropuerto El Dorado es la primera terminal aérea de América Latina en cuanto a movimiento de carga, movilizando más de 674 mil toneladas al año, y la tercera en tráfico de pasajeros, con cerca de 31 millones en igual lapso. Por lo mismo, incluso, ya está en marcha el proceso para la construcción de un terminal alterno en la sabana capitalina.
Visto todo lo anterior, lo mejor es dejar que culminen las investigaciones del caso en Cali y se produzca un dictamen final y objetivo al respecto. Más aún porque las primeras reacciones oficiales indican que nunca estuvo comprometida la seguridad de los aviones el pasado domingo y que prueba de ello es que la aerolínea internacional no expuso queja alguna.
De otro lado, es evidente, desde hace varios años, que hay un pulso entre las autoridades aeronáuticas y la agremiación que reúne a los controladores aéreos en torno a si hay suficiente personal contratado y capacitado para cumplir esta delicada labor, tanto en los aeropuertos regionales y nacionales, como en los de categoría internacional. Un pulso que sale a flote cada vez que se presenta o denuncia algún tipo de incidente, sin que exista claridad al respecto. El asunto va más allá de un tema meramente sindical, pues es claro que impacta a la opinión pública que se hable de posibles deficiencias en los niveles de inglés de los controladores, sobrecarga laboral, una presunta debilidad en su nivel de capacitación y modernización e incluso hasta de que hay decenas de ellos que están en edad de pensionarse prontamente pero no han sido preparados ni contratados sus reemplazos… Las autoridades aéreas deben responder de forma puntual cada una de esas denuncias, pues dejarlas en el aire es altamente inconveniente.
La seguridad aérea es un asunto muy delicado. Es riesgoso dar margen a las especulaciones o verdades a medias. La Aeronáutica, el Ministerio de Transporte y las demás autoridades sectoriales tienen la palabra.