*La liberación unilateral, asunto de las Farc
*Exigencias deben tramitarse en la Mesa de La Habana
El general Rubén Darío Alzate fue sustraído por las Farc contra su voluntad y el acto delictual, llámese secuestro, retención o plagio, y así sea en circunstancias por dilucidar, es parte del conflicto armado interno al que, precisamente, se busca poner fin en las conversaciones de La Habana. Siendo el alto oficial, objetivo militar, dentro de los estrictos cánones del Derecho Internacional Humanitario, si bien no estaba armado y con insignias como era deber bajo servicio, no es ello óbice para que la guerrilla no lo deje en libertad, sano y salvo, lo más pronto posible, igual que a sus acompañantes y demás soldados.
Tal, ciertamente, ha sido la conducta de las Farc, antes de incorporar lo que en su momento se llamó el Acuerdo o Intercambio Humanitario, de suerte que en el tránsito de los 50 años de confrontación muchos miembros de la Fuerza Pública han sido liberados y entregados a la Cruz Roja Internacional dentro de los protocolos y las operaciones humanitarias establecidas a los efectos. En múltiples de esos casos no se dio show mediático (como no debe haberlo ahora) y las medidas se cumplieron como es requisito en la protección de combatientes y no combatientes.
En tanto, el deber del Estado es uno y único: rescatarlo. Ello, siendo el general el primero de su rango en ser secuestrado por las guerrillas en cinco décadas, tendría la connotación de dignidad necesaria para el resarcimiento de las Fuerzas Militares. No parecería, pues, indicado ahora entrar en el tira y afloje de despejes o similares, cuando se hace a todas luces imperativa la acción legítima estatal frente a la erosión evidente y directa de la soberanía. No puede, en todo caso, el comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán ser motivo de negociación o transacciones. Y si las Farc aducen causas humanitarias para su liberación, tal cual se supone en medio de un conflicto terminal, e incluso sin la mediación de garantes internacionales, pueden hacerla en una iglesia o que los jerarcas católicos, comprometidos con la paz, activen los mecanismos para facilitarla. Otra cosa, como la intervención de los espontáneos que suelen aparecer, tendría incidencias negativas.
Las conversaciones de La Habana han sido, al mismo tiempo, suspendidas. Por todos, incluida la comunidad internacional, era conocido, sin embargo, que en esta semana, cuando se cumplen dos años de iniciados en forma los diálogos, se iba a producir una noticia alentadora en el propósito de avanzar hacia el fin del conflicto. Mala cosa ésta, si por coincidencia, negligencia o intención abierta derivada del plagio, se ha impedido y enredado el anuncio. Para nadie es secreto, y así consta en decenas de papeles públicos de las Farc o los incautados por la Inteligencia Militar desde hace lustros, que uno de los máximos propósitos era capturar un general en servicio activo. Para lo cual había y hay que precaverse. De hecho, en cualquier contienda de estas características, el primer objetivo estratégico son las cúpulas militares de ambas partes. Muchos, especialmente los políticos de izquierda, han salido, no obstante, a decir que con ello se demuestra la necesidad del cese bilateral del fuego. Desde luego, no es así. Al general hay que rescatarlo, como se dijo, y mucho menos su plagio ha de servir de presión para modificar la estrategia establecida.
Tampoco, por lo acontecido, debería ponerse en riesgo lo adelantado en La Habana, como quienes le apuestan al fracaso. Si bien la suspensión era una alternativa, seguramente una más eficaz pudo ser la exigencia perentoria, en la propia Mesa, de la liberación inmediata, con el respaldo integral de la opinión pública. Porque no siempre es cierto aquello de que hay que tomar la negociación como si no hubiera conflicto armado y encarar el conflicto armado como si no hubiera negociación. Nadie entendería, claro está, que se entre a discutir en la Comisión correspondiente, con militares activos, el fin de la contienda mientras las Farc los secuestra. Y si tales son los mecanismos de presión, en busca del cese el fuego bilateral, pues la respuesta tiene que ser tanto el rescate del general como el redoblamiento de los esfuerzos por parte de las Fuerzas Militares en todo el territorio. Por ahí tiene que comenzar la salida.