Renuncias protocolarias | El Nuevo Siglo
Jueves, 23 de Agosto de 2012

Renuncias protocolarias

* Se afianza Unidad Nacional

* Presidente consolida estilo de gobierno

 

No se sabe por qué en Colombia los ajustes de Gabinete se denominan crisis ministeriales. Es un error. En cualquier otra parte del mundo, especialmente en las democracias mas avanzadas, suelen ocurrir estos cambios para enfatizar determinadas políticas, sacar avante proyectos y señalar un rumbo determinado. Crisis, ciertamente, es cuando algún ministro cae por efectos de corruptelas o similares, pero no cuando existe una modificación de cargos con alguna idea específica. Mucho menos cuando hay una remoción general a fin de consolidar la carta de navegación.

Muchas son las especulaciones que han surgido al presentar este Gabinete en pleno la renuncia al presidente Santos. Ese mecanismo resulta bueno tanto en cuanto se deja en plena libertad al Primer Mandatario y se demuestra el carácter subordinado de sus funcionarios de forma institucional, sin que se aferren a sus cargos o se desgrane el Consejo de Ministros como una mazorca. Ese acto de autoridad, poco reconocido, permite conservar la majestad del Estado, aunque a muchos ello parezca pamplinas.

En efecto, las solemnidades son a las instituciones lo que el uniforme o la sotana al militar o al sacerdote. Las simbologías, aun a pesar de quienes quieren desdeñarlas a favor de la desaprensión y el desgaire, es la manera como también se manifiesta el Estado y se descubren las jerarquizaciones.

Por el contrario, no resulta positivo para las instituciones cuando los ministros son avisados a través de funcionarios de menor nivel o estafetas presidenciales, como ha sido estilo en ciertos gobiernos. El hecho, con la renuncia protocolaria general, es demostrativo del funcionamiento de la Unidad Nacional tanto en cuanto ella actúa como cuerpo y es partícipe de un proyecto político liderado por el Presidente de la República, jefe natural de la coalición.

Puede ser esa renuncia protocolaria resultado, por tanto, de las evaluaciones hechas por el Presidente de sus diálogos con las bancadas partidistas. La modificación del criterio según el cual ahora las bancadas, con sus respectivos directores, se reúnen con el Primer Mandatario para discutir la agenda nacional, resulta plausible en cuanto a la independencia pero armonización de las ramas del Poder Público en propósitos mancomunados.

En Colombia, no existe sistema parlamentario o semi-parlamentario. Por el contrario, hay un presidencialismo en el cual la cúpula del Poder Público está en manos del Presidente como Jefe de Estado, Jefe de Gobierno, Comandante Supremo de las Fuerzas Militares y Suprema Autoridad Administrativa. No obstante, se han venido dando figuras parlamentaristas, como la moción de censura a miembros del Gabinete, o la autorización del Senado para el ascenso de los altos oficiales castrenses. En Estados Unidos, donde con mayor rigor impera el régimen presidencial, muchos nombramientos del Ejecutivo, sin embargo, tienen que ser aprobados por el Congreso.

El presidente Santos, quien ha sido bastante riguroso con el significado de la majestad presidencial, por ejemplo, en sus motivaciones a las objeciones presentadas a la reforma de la Justicia, en todo caso ha adoptado una especie de semi-parlamentarismo en sus constantes reuniones primero con los directores de los Partidos y ahora con las bancadas parlamentarias. Esto resultaría un sano desarrollo de las nuevas leyes, dentro de las cuales en el Congreso se actúa por voceros, bancadas y generalmente en bloque.

A dos años de posesionado, es evidente que el presidente Santos viene afianzando su estilo de gobierno, sobre las bases del nacionalismo coalicionista, y en tal sentido, paso a paso, recuperando la iniciativa tras los sucesos de hace un par de meses. Así las cosas, el ajuste ministerial parecería en dirección a retomar el liderazgo que en su mayoría ha demostrado en el lapso de los últimos veinticuatro meses.