· Grandes desafíos del nuevo gabinete
· Primer paso hacia consenso nacional
Tras varios meses de expectativa se aplicó finalmente el reajuste en el gabinete ministerial. Reajuste que se extendió, también, a varios viceministerios, institutos, agencias y otros altos cargos. Y reajuste que no ha terminado, pues ayer seguían los cambios en la titularidad de los ministerios-consejeros y quedan pendientes la reforma al Departamento Administrativo de la Presidencia y posibles relevos a nivel de superintendencias y otras instancias del gobierno nacional central.
Más allá del alud de reacciones partidistas en torno al remezón en el gabinete, muchas de las cuales responden más a opiniones en caliente que luego, con el pasar de los días, pierden eco o simple y llanamente no encajan con el escenario político resultante, lo cierto es que hay varios elementos característicos sobre lo que significa este nuevo equipo de altos colaboradores del Gobierno.
En primer lugar, es evidente la intencionalidad presidencial de confeccionar una nómina ministerial enfocada a impulsar el apoyo desde las regiones al proceso de paz y el posconflicto. La designación en las distintas carteras de varios exgobernadores, exalcaldes y hasta de una excandidata presidencial así como de un representante de las minorías afrodescendientes pone de presente que se busca no sólo ampliar el nivel de inclusión política y de representación de distintas zonas del país en el alto Ejecutivo, sino aprovechar su reconocimiento popular en las mismas para explicar con más efectividad y credibilidad los esfuerzos para una salida negociada al conflicto armado, las implicaciones de los acuerdos hasta el momento logrados con las guerrillas y la necesidad de darle un margen de confianza a esta política. Todo ello es urgente, pues las encuestas de los últimos meses han evidenciado no solo una creciente prevención ciudadana frente a un proceso de paz largo, complejo y desgastado, sino que el apoyo a un eventual plebiscito refrendatorio disminuye progresivamente, haciendo incluso difícil el ya recortado umbral electoral de 4,4 millones de votos.
Es claro, y lo hemos reiterado en estas páginas muchas veces, que si el proceso de paz no enfatiza un enfoque territorial y se vuelve más incluyente, será muy difícil que esas zonas, que han sido precisamente las que han sufrido los mayores rigores de la guerra, se convenzan de su utilidad y empujen desde abajo el apoyo al mismo, incluyendo las cesiones -ponderadas eso sí- que en materia de justicia y otros aspectos habrá que hacer para viabilizar el fin del conflicto.
De allí, entonces, que la intencionalidad del remezón en el alto gobierno está bien encaminada. Si la estrategia es sumar apoyos regionales para ir construyendo un consenso nacional progresivo, se comienza con el pie derecho. Pero ello no es suficiente. Decíamos esta semana que loque más requiere el proceso de paz, muy por encima de recomposiciones ministeriales o similares, es conseguir los consensos mínimos de toda la sociedad frente al proceso de paz. Sin ello, recalcábamos, la llamada “recta final” de la confrontación y de la negociación con las guerrillas será cada vez más difícil. La designación en el gabinete de una alta dirigente del Polo o de uno de la Alianza Verde apunta en la dirección correcta, sabido ya que tanto sectores de la izquierda como de los independientes son partidarios de la negociación con las facciones subversivas. Pero también hay que buscar puentes de entendimiento con otros partidos de la oposición, como el uribismo, y restantes sectores críticos. Hay que unir en una misma hoja de ruta lo que los analistas suelen llamar el “país nacional” y el “país político”.
En segundo lugar el reajuste en la cúpula gubernamental airea, sin duda, una gestión que requiere un nuevo impulso que derrote cierta sensación pública de pesimismo sobre el rumbo del país y la capacidad del Ejecutivo para enfrentar multiplicidad de crisis y escándalos que han marcado lo corrido de este año. Es precisamente en estos momentos de incertidumbre en donde el liderazgo presidencial y las señales de autoridad y poder de decisión son clave para transmitir que las riendas de la gestión están firmes. Un gabinete con mayor reconocimiento a nivel regional permitirá, por igual, explicar en mejor forma los logros gubernamentales y superar el cada vez más estrecho cuello de botella comunicacional entre el Ejecutivo y la opinión pública.
Hacemos votos porque la recomposición en la cúpula gubernamental dé los resultados esperados. Los retos de los nuevos ministros y altos funcionarios son muchos y de profundo calado, a lo que se suma que la ciudadanía está urgiendo soluciones efectivas y tangibles en el corto plazo en muchos frentes.