*Crisis y realismo internacional
*No importa el color del gato
Al caer la Cortina de Hierro por la implosión causada por el agotamiento del sistema no previsto por Marx, se sorprendió el mundo al ver cómo la Unión Soviética hacía agua y varios de los partidos comunistas se autodisolvían al perder el apoyo de las masas y ante la imposibilidad de mantener una burocracia parasitaria. Lo mismo se sorprendió la comunidad internacional con lo que parecía imposible: la reunificación de Alemania. Con el tiempo estos eventos deberían influir para debilitar la Guerra Fría, que apenas sobrevive en algunos enclaves de izquierda que se mantienen en el poder, al apelar al autoritarismo y el sometimiento de los pueblos por cuenta de las fuerzas represivas, el temor y el dominio de proyectos sociales asistencialistas, con los cuales alimentan a la población con magras raciones que escasamente los mantienen vivos, sin voluntad ni fuerzas para rebelarse. El denominado “comunismo científico” y el cuento de que el capitalismo sucumbiría al agotarse la etapa del desarrollo imperialista, fueron desvirtuados por el desarrollo comparativo del capitalismo y el comunismo. Al liberarse Rusia de la responsabilidad de mantener una poderosa maquinaria militar como la de la Unión Soviética, derivó en el capitalismo salvaje y produjo una serie de nuevos millonarios, gracias al manejo del petróleo y la compra de instituciones públicas monopolísticas. Siendo el petróleo la fuente principal para estimular los negocios y generar dineros al Estado, junto a la venta de armas al mundo, Moscú no supo aprovechar el valor agregado que representaba el gran número de profesionales en ingeniería, física, química, matemáticas y otras carreras. Se confió Rusia en que el petróleo y las materias primas daban para los gastos del gobierno y solventar la economía.
Mientras tanto, China se convirtió en potencia mundial al aceptar la propiedad privada y abrirse a la inversión extranjera, aplicando el pragmatismo y aferrarse a la tesis de Deng Xiao Ping: "No importa que el gato sea blanco o sea negro, mientras cace ratones, es un buen gato". Así ingresa la nación asiática a competir con las potencias capitalistas por el primer lugar en desarrollo. Tal como sostenía Napoleón, el despertar de China ha conmovido al mundo. Ese país entendió que la economía no se maneja mediante consignas ideológicas, lo que importa en el buen gobierno son los resultados. Temas como la educación, el desarrollo, la tecnificación y la industrialización, así como la creación científica o las nuevas patentes, no dependen de los discursos de los demagogos de turno. Se trata de saber sacar provecho de las ventajas nativas y adaptarse a los grandes cambios, y con base en ello luchar por ser los mejores entre los mejores.
Lo mismo ocurre en el mundo: las ideologías y las interpretaciones de quehacer político de izquierda o derecha son importantes, en cuanto normas de conducta e incentivos para movilizar la opinión en la lucha electoral, mas lo que realmente importa es la gobernabilidad y los avances en materia económica y social. El hambre no tiene color político y los extensos discursos de Fidel Castro no han servido para alimentar a la población ni para cruzar el umbral del atraso. Lo mismo se repite en países como Corea del Norte y otros de nuestra región que siguen un modelo que en vez de avanzar, retrasa en todos los campos, y termina remedando a las viejas satrapías dictatoriales de los años cincuenta del siglo XX o el caudillismo bárbaro del XIX.
La crisis económica actual y los efectos geopolíticos de la descolgada del petróleo, retrotrae el tema a los tiempos en los cuales se pretendió dividir el mundo en países avanzados, que deberían manejar el desarrollo industrial, y naciones destinadas, según los librecambistas, a vivir de la venta de sus materias primas. La fórmula parecía simple: el mercado regula y determina el manejo de la economía. Bajo ese modelo se debía avanzar a la globalización, etapa en la que estamos. Sin embargo, algunos países retrocedieron en Hispanoamérica a los siglos XVII, XVIII y XIX, pues se tornaron solo en vendedores de materia primas. Los países que no supieron emplear los dividendos de la venta del crudo, retrogradaron en materia de desarrollo y al no reorientar su industria, hoy están al borde del abismo y el estallido social. Estados Unidos se fortalece, junto con China y la India. Entre las potencias en apuros, Rusia cuenta con un capital humano capaz de superar la crisis, en tanto se postergan sus ambiciones expansionistas. Y en nuestra región, Brasil va por un tobogán.