- La trascendental exhortación apostólica
- Un nuevo campanazo a la humanidad
La esperada exhortación apostólica “Querida Amazonia”, que ayer publicó el Papa Francisco, ratifica una vez más que su pontificado tiene al medio ambiente y el cuidado de la “casa de todos” como una de sus prioridades, marcando sin duda alguna un importante punto de diferenciación con sus antecesores.
Como se sabe este pronunciamiento de fondo de la Iglesia Católica sobre la Amazonia no es, en modo alguno, improvisado. Por el contrario, hace parte de un largo proceso que bajo la égida del Papa argentino se ha venido desarrollando en los últimos tres años. Un proceso que tuvo su punto culminante en el inédito Sínodo de Obispos que se realizó en octubre pasado en Roma, al cual asistieron gran parte de los jerarcas latinoamericanos así como expertos en las más distintas disciplinas sobre el pasado, el presente y el futuro de la región amazónica, que sin duda continúa siendo el principal “pulmón del mundo” así como el nodo ecosistémico y de biodiversidad más determinante en nuestro planeta. De ese Sínodo surgió un documento de amplio calado que fue presentado al despacho papal con el fin de servir de insumo principal para la exhortación apostólica que fue dada a conocer ayer por el Vaticano en medio de una gran expectativa y eco mundiales.
Resulta un error centrar el análisis del importante pronunciamiento apostólico en el hecho de que no se avanzara dentro del mismo en la anunciada posibilidad de que en aquellas regiones de la Amazonia en donde no era posible situar de forma permanente sacerdotes, se pudiera ordenar a hombres casados para cumplir esa labor doctrinal. En realidad el debate sobre el celibato en la Iglesia Católica todavía no se ha resuelto y, por lo tanto, resultaba a todas luces arriesgado, según los expertos, que en un documento con énfasis ambiental se abriera una puerta al respecto, por más excepcional que fuera esta figura.
Lo más trascendental de esta exhortación es el llamado que hace el Vaticano para que no solo los países que integran la cuenca amazónica, sino todo el planeta en general tome conciencia de los desafíos ecológicos, sociales y pastorales que son urgente enfrentar en esta región, que se extiende por ocho millones de kilómetros cuadrados, alberga el 15 por ciento de la biodiversidad terrestre el mundo, es fuente casi del 20 por ciento del agua dulce en el planeta y es el hogar de más de 36 millones de personas, entre ellas más de 370 pueblos indígenas, algunos de los cuales permanecen en el más completo aislamiento desde hace siglos. Esa misma región amazónica también está hoy amenazada por el más alto índice de desforestación, la extensión agresiva de la frontera agrícola, la sobreexplotación de recursos naturales, la minería criminal, un pico de incendios forestales, la colonización desordenada y, como si fuera poco, la falta de macropolíticas trasnacionales que permitan preservarla como el sumidero de carbono más grande a nivel global y, por lo tanto, determinante en la cruzada para combatir el cambio climático.
En ese orden de ideas debe tener respuesta la denuncia papal en torno a las empresas nacionales y multinacionales que siembran la “injusticia y crimen” en la Amazonia y violan de manera reiterada e impune los derechos de los pueblos autóctonos. De igual manera la exhortación constituye un llamado a reformular el concepto de “ecología humana”, no solo en el sentido de convertir a cada persona en un defensor de su entorno natural, sino en la necesidad de que las políticas de los Estados vayan en la dirección de incluir y beneficiar a los más pobres, preservar las culturas indígenas e incentivar los modelos productivos de desarrollo sostenible.
Es claro, entonces, que este documento del Vaticano debe marcar un antes y un después frente a la acción, no solo de la Iglesia Católica en la región panamazónica, de la cual es parte importante Colombia, sino también de los gobiernos y demás sectores políticos, económicos, sociales e institucionales, públicos o privados, que tienen relación directa e indirecta con lo que pasa en el “pulmón del mundo”. La exhortación, en consecuencia, va mucho más allá de la esfera del “pecado ecológico”, cuya perfilación es estrictamente doctrinal, y se convierte en un campanazo de alerta para todo el mundo, sin importar credo ni raza, sobre la necesidad de preservar este conjunto ecosistémico so pena de seguir llevando a la humanidad al riesgo de su propia extinción.