La reunión días atrás de la bancada de la Costa Caribe con el Presidente de la República y la mayoría de sus ministros, debe servir de ejemplo para que grupos de congresistas de distintas regiones también impulsen cónclaves con el alto gobierno con el fin de evaluar toda la acción política, económica, social, institucional y de inversión en sus respectivas zonas.
Para que ello sea posible, lo primero que debe dejarse de lado es, precisamente, la rivalidad partidista. Flaco favor se hace a las necesidades de las regiones si estos encuentros se convierten en un tinglado político entre parlamentarios gobiernistas, independientes y de oposición.
En segundo lugar, es necesario que todas las solicitudes e inquietudes que se plantean al Ejecutivo estén acordadas con los gobernadores de la región y encuadradas dentro de sus respectivos planes de desarrollo departamental. De esta forma se puede apostar por buscar apoyos para obras, programas y proyectos de gran envergadura y no para asuntos de menor calibre y poco impacto.
Por igual, se requiere que al momento de sentarse con el Jefe de Estado y su gabinete haya un diagnóstico claro y detallado de los ritmos de ejecución y asignación presupuestal, en especial en lo que tiene que ver con la inversión de recursos del sistema nacional de regalías. Está visto que estos dineros se están convirtiendo en el principal motor del desarrollo seccional.
Sin embargo, para que las peticiones de las bancadas regionales tengan un impacto mayor y pasen de ser una simple reunión con el alto Gobierno, debe potenciarse la posibilidad de que las llamadas Regiones Administrativas y de Planificación Especial (RAPE) se conviertan en una realidad. Hasta el momento sólo está avanzando en la correspondiente estructuración la conformada por Bogotá y los vecinos departamentos de Boyacá, Cundinamarca, Meta y Tolima. Las de otras zonas del país no han tomado todavía ritmo.