A seis días de las urnas para la votación en primera vuelta presidencial llegó el turno para que los más de treinta y cuatro millones de colombianos que están habilitados para sufragar este próximo domingo, tengan claro a cuál candidato apoyarán. Si bien ya es una frase de cajón aquella según la cual el futuro del país depende de la objetividad y racionalidad con que cada votante proceda en la escogencia del Jefe de Estado, es evidente que estos comicios son especialmente trascendentales para definir el rumbo de asuntos de primer orden como el Acuerdo de Paz, la política de orden público, la hoja de ruta económica y otros frentes en los que el nuevo titular de la Casa de Nariño tendrá que tomar posturas inmediatas y de fondo.
En medio de la parafernalia proselitista propia de una campaña tan competida como la actual, los aspirantes presidenciales cerraron ayer su actividad en plaza pública. Lo hicieron con grandes manifestaciones en distintas zonas del país. En lo que resta de esta semana podrán llevar a cabo actos en sitios cerrados, participar de debates en medios de comunicación y quemar sus últimos cartuchos en materia de ofensiva publicitaria. Por ley ya no habrá más publicación de encuestas sobre preferencias electorales, lo cual resulta sano después de tanta polémica sobre su nivel de certeza y transparencia en los últimos meses.
Visto todo lo anterior, es obvio que el grueso de la campaña ya se cursó y que la menor actividad proselitista le dará la oportunidad a la ciudadanía para reflexionar en medio de un ambiente más tranquilo sobre cuál es la mejor de las propuestas y plataformas programáticas a su consideración. Como ya se dijo, se trata de una elección supremamente importante y en la que hay mucho en juego, razón por la cual en la medida en que cada ciudadano esté mejor compenetrado con los planteamientos de cada aspirante y cómo abordará puntualmente las problemáticas y retos nacionales, crece sustancialmente la posibilidad de que emita un voto informado, el elemento culmen de todo proceso democrático.
En un país en el que tradicionalmente los índices de abstención electoral bordean el 50%, resulta imperativo que este domingo asista a las urnas la mayor cantidad de personas posible. Según los pronósticos meteorológicos, hay una alta posibilidad de que en buena parte del país el día esté pasado por agua. Sin embargo, eso no debe ser obstáculo ni excusa válida para dejar de ir a las urnas. Hay que recalcar que el sufragio así como es un derecho fundamental, también es un deber ciudadano que debe cumplirse con decisión y proactividad. No hacerlo crea un riesgo muy grande, como se está viendo en Venezuela en donde ayer, en unas elecciones absolutamente cuestionables, sin participación de la oposición ni veeduría internacional creíble, el polémico Nicolás Maduro fue reelecto, pese a que los resultados de las urnas se consideran ilegítimos por amplios sectores de ese país así como por la mayoría de la comunidad internacional.
Por otra parte, es evidente que el sistema electoral colombiano ha dado las suficientes muestras de fortaleza institucional y de transparencia. Por lo mismo, ante las recientes denuncias de sectores políticos y organizaciones no gubernamentales sobre presuntos vacíos en el mismo, no solo debe reiterarse la alta profesionalidad y certeza del operativo de la Registraduría Nacional, sino replicar de manera puntual, objetiva y con todo el acervo probatorio en la mano, a quienes quieren poner un manto de duda al respecto.
El llamado, entonces no es otro a que todos y cada uno de los colombianos habilitados para votar este domingo utilicen estos días para analizar de manera tranquila y objetiva por qué y a cuál candidato apoyarán y se concienticen de que, como reza el refrán popular, “llueva, truene o relampaguee” hay que cumplir con el derecho y el deber ciudadano de sufragar. Todos somos responsables de definir el rumbo del país. La abstención y el voto desinformado son los mayores enemigos de la vigencia y fortaleza democráticas de Colombia. Y, por lo mismo, son los enemigos a vencer.