* Pundonor del pueblo colombiano
* Líder oportuno, en el momento preciso
En principio habría que decir que en este 2020 uno de los motivos de reconocimiento es para la misma Colombia. Porque durante estos meses largos, signados por la crisis sanitaria y económica que tomó literalmente al mundo por sorpresa, vale anotar que el país mostró condiciones que no se le conocían de esa manera: solidaridad, disciplina y confianza en sí mismo.
Son elementos, ciertamente, para tener en cuenta. No son además características aisladas. Porque en general, y desde luego con las debidas salvedades, los colombianos respondieron a los llamados de apoyo para con los más vulnerables. Demostraron, asimismo, una disciplina social mayoritaria cuando las autoridades lo pidieron. Y esto sirvió de acicate para encarar las dificultades del momento y avizorar el futuro al menos con cierta dosis de serenidad.
Muy importante en ese propósito ha sido la gestión adelantada por alcaldes y gobernadores, coordinados por el Ejecutivo a pesar de algunos pocos intentos de cortocircuito, así como por empresarios y empleados de las grandes, medianas y pequeñas empresas. No de otra manera ha podido sortearse, en alguna proporción, la debacle a partir del esfuerzo conjunto.
En especial, el compromiso del sector salud merece un aplauso colectivo. Lo mismo el ministerio del ramo. Por demás, no fue fácil atender los requerimientos cuando se descubrió, en medio de la situación adversa intempestiva, cuán atrasados estábamos tanto en la debida atención salarial al personal médico, de enfermería y auxiliar, como en los instrumentos clínicos necesarios. Si bien se ha cumplido en parte, la reforma integral de ese renglón tan crucial ha quedado, no obstante, pendiente para el año 2021. Con las discusiones previas surtidas en el Congreso es un imperativo que la ley salga entonces lo más pronto posible.
Por su parte, tendrá que ver el clima nacional conseguido con que la población colombiana se negó a adoptar la polarización, entendida como la lesiva división política entre amigos y enemigos. Aunque la tónica de algunos pudo haber sido esa, puesto que todavía hay quienes se empeñan en sacar réditos políticos del extremismo y conseguir reflectores con salidas altisonantes, la verdad sea dicha no hubo terreno fértil en ese objetivo deleznable. Por el contrario, en un porcentaje bien alto la nación supo asociarse, en cada localidad grande o pequeña, con el objeto de no desviarse de lo que representa el interés general: superar entre todos el trágico reto que ha significado la pandemia del coronavirus.
Pero ese clima de sensatez, en medio de la crisis rampante, no hubiera sido posible si no se fomenta desde la dirección del Estado. Bajo esa perspectiva, nombrar al presidente Iván Duque como Personaje del Año (ver Informe Especial) es sencillamente un reconocimiento a quien, contra muchos de los pronósticos que lo acusaban de inexperiencia por su juventud, ha sido asertivo y ha mantenido el rumbo del país sin ideologismos ni extravagancias. Lejos de los trinos febricitantes acostumbrados y de la polémica insulsa, el servicio público ha tomado con Duque connotaciones diferentes a las del despeñadero y la irritación política. En cambio, ha optado por la orientación serena, la modernización digital y la perseverancia en los propósitos. Además de la atención constante a la crisis sanitaria región por región.
De hecho, la gran mayoría de los diez millones de votantes que lo eligieron hace más de dos años no tenían mayor idea de quién era el nuevo primer mandatario. Incluso, desde la oposición, muchos lo tildaban apenas de un títere del expresidente Álvaro Uribe. Pero las cosas se han demostrado a otro precio. Con peso específico, a partir del trabajo planificado e informando cotidianamente por los canales públicos, Duque ha sometido a escrutinio las acciones gubernamentales, la mayor parte dirigidas a la población más vulnerable y a mantener a flote la economía con miras a revertir el estruendoso impacto del desempleo.
No es de extrañarse, por tanto, que el primer mandatario tenga su mayor aceptación entre las clases populares. Lo que indica, igualmente, que ha logrado una sintonía que no tuvo a comienzos de su mandato. Pero aún más allá, es la indicación de que el país no se equivocó al haber escogido democráticamente a un primer mandatario, como se dijo, alejado de la exacerbación ideológica y la obsesión por el poder.
Desde luego, la pandemia va dejando demasiados y dolorosos estragos. Que tendrán que seguir enfrentándose para lograr su reversión más temprano que tarde. Incluso, al margen de ella, el país sigue teniendo retos de primera magnitud, entre otros, el asesinato de los líderes sociales y el apogeo infamante de los cultivos ilícitos.
Pero poco a poco el presidente Duque se ha consolidado como el líder preciso en el momento oportuno. No muchos se crecen en las dificultades. Es lo que a todas luces ha sucedido con Duque en este 2020, según lo demostrado.