En un conflicto armado como el colombiano ambos bandos deben conocer y estudiar a fondo la estrategia del contrario. Lo que parece una verdad de Perogrullo, y no siempre es así. Puesto que los jefes de los movimientos subversivos y los planes del Estado Mayor del Ejército regular se modifican. Lo mismo que los gobiernos, por cuestiones de criterio político pasan de la guerra implacable a posturas de distensión, que se apoyan en la tendencia pendular de la opinión pública colombiana. Es más fácil para la subversión enterarse de lo que hace el Gobierno que a la inversa, por la manía de difundir los secretos de Estado o de prender el ventilador en el Congreso, sin importar las consecuencias.
Sucesivos gobiernos han proclamado desde antes con Alberto Lleras, y, después de la famosa Operación Laso, que pretendía extirpar por asfixia a la subversión a la cubana, durante el gobierno de Guillermo León Valencia, contra Marquetalia y las Repúblicas Independientes que denunciaba Álvaro Gómez desde El Siglo y el Congreso. En dicha operación se emplearon 16.000 soldados, sin obtener el estrangulamiento de la subversión por la evasión de ‘Tirofijo’ y un puñado de seguidores. Carlos Lleras Restrepo, no prosigue la lucha con la misma resolución de Valencia, estima, de acuerdo con Kennedy, que al hacer la Reforma Agraria se darían las condiciones para ganar el apoyo campesino y derrotar a la subversión. Gasta miles de millones en el Incora y la guerra armada sigue. Se puede hacer la cronología de las diversas posturas de los gobiernos democráticos en la lucha contra la subversión, las que no siempre dependen de factores internos, puesto que tienen que ver con la política de las potencias, de Cuba y el clima internacional. Julio César Turbay reaccionó con vigor contra el M-19 que asaltó el Catón Norte. Belisario Betancur apostó desde el día de la posesión por la paz, lo que no entendieron los del M-19. Cesar Gaviria avanza en las negociaciones con ese grupo subversivo, se acuerda su entrega y se convoca a una Asamblea Constituyente en 1991 para demoler la Constitución de 1886. Con otros sectores de alzados en armas se negocia el desarme, en tanto crecen las Farc, que extienden su influencia por distintas regiones y frentes de combate. Andrés Pastrana, procura el dialogo con las Farc, fortalece las Fuerzas Armadas y avanza en el Plan Colombia con Estados Unidos. Los halcones de las Farc prevalecen y pretenden extender la guerra a las ciudades. Álvaro Uribe acaudilla con Juan Manuel Santos el combate denodado contra las Farc, que se repliegan en las zonas de la periferia o consiguen refugio en países vecinos. El presidente Santos con la superioridad aérea propina severos golpes al Secretariado de las Farc; con su hermano Enrique Santos y otros asesores considera que puede alcanzar una paz negociada, dado que las Farc están más débiles que nunca. La que los colombianos de buena voluntad anhelamos. Si los cálculos de los negociadores de paz son bien fundados los tiempos deben entrar a operar para avanzar en las negociaciones. Y el Gobierno hace los mayores esfuerzos por acordar la política agraria, aspecto esencial en el marco de las negociaciones. Si bien, es de anotar que no todos los alzados en armas están por la paz, pues algunos jefes influyentes siguen creyendo que la vía armada conduce a la toma del poder. Ellos estarían siguiendo el modelo de Cano, que descentralizó el Secretariado y lo que estarían buscando es volver al sistema insurreccional de la lucha armada, para evadir la superioridad de la Fuerza Aérea Colombiana, trasladando el combate desde la clandestinidad a pueblos y ciudades. Y a la espera de inmovilizar a los pilotos por la vía judicial, lo que cambiaria el curso de la guerra. Se trataría de la táctica de la guerra civil que empleó Mao en China. En tal caso, de prevalecer ese criterio militar, las negociaciones se estancarían o apenas se conseguiría que un sector de las Farc se desmovilice. Pesa en ambos bandos un cierto desinterés creciente de los Estados Unidos por lo que ocurre en Hispanoamérica, mientras busca solucionar sus problemas de abastecimiento de crudo para volverse autosuficiente en exploración de petróleo y explotación de gas y de carbón.
Es un hecho histórico probado que los partidos tradicionales se debilitan con la receta del neoliberalismo salvaje y por la vía pacífica y electoral la izquierda gana el poder en la región; por ahora, con la excepción de Chile y Colombia, en cierta forma, de Paraguay. Y nadie sabe qué pasa con la ausencia del comandante Chávez y el proceso de paz.