Pandemia, crisis y agro | El Nuevo Siglo
Lunes, 16 de Noviembre de 2020

Caída de la demanda de alimentos, principal causa

* Se requiere más audacia en apoyo al campesinado

 

 

Impactantes. Así han sido para los colombianos las imágenes de los productores de papa que han tenido que salir a la orilla de las carreteras en varios departamentos para vender a precios irrisorios sus cosechas. En algunos casos los bultos de 100 libras los han tenido que ‘regalar’ a diez mil o quince mil pesos la unidad. Si bien en la última semana se generó una movilización de autoridades públicas y sector privado para ayudar a estos cultivadores y este fin de semana, por ejemplo, se vendió una buena cantidad de toneladas en peajes, centros de acopio y hasta en mercados virtuales, se trata de una solución parcial que no ataca la problemática de fondo de este sector ni de muchos otros del agro que también están atravesando graves dificultades.

En entrevista dominical con este Diario el presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC) hizo un diagnóstico crudo y realista sobre la crisis. La principal razón es que la demanda de alimentos por parte de las familias ha caído de forma drástica como consecuencia de la pandemia del Covid-19. Esa circunstancia lleva a que los ciclos de cosecha de muchos productos se estén, literalmente, perdiendo porque la oferta se mantiene en niveles medianamente normales pero las compras por parte de la población en general han disminuido en alto porcentaje. Es claro que este fenómeno se da por el duro impacto económico de la crisis sanitaria en los ingresos de las familias, el comercio, la industria y todos los rubros de generación de productos, bienes y servicios.

El caso de la papa es sintomático de lo que está pasando en todo el agro. Por el desempleo y los bajos ingresos en muchos hogares, lamentablemente, se ha pasado de tres comidas diarias a dos, lo cual tiene una consecuencia muy alta en un país en donde este tubérculo es central en el menú tradicional. Las porciones de cada comensal han disminuido y las compras al detal aumentado por la limitada capacidad económica. De igual manera el cierre primero- durante la fase de la cuarentena- y el funcionamiento todavía hoy a medias de los restaurantes, las cafeterías, las escuelas, los colegios, las universidades así como de oficinas, la industria y el comercio impactaron de forma sustancial la venta de papa y sus productos derivados. Así las cosas, por más que se puedan restringir las importaciones de este producto, mientras no se recupere de forma más sólida el consumo de los hogares y el ritmo económico en general será muy difícil que los cultivadores vuelvan a recuperar los márgenes de rentabilidad que tenían antes de la pandemia.   

Las cifras no mienten: la inflación de alimentos es una de las más bajas de los últimos años y ello evidencia la sobreoferta en muchos productos y la baja demanda predominante. Como es apenas obvio, en otros países también está ocurriendo lo mismo, generando una ruinosa guerra de precios bajos en el afán de exportar esos contingentes alimenticios que los mercados internos no están pudiendo asimilar.

En estas páginas hemos reiterado que en el plan de contingencia para enfrentar la crisis por la pandemia uno de los sectores que requiere más apoyo es, precisamente, el agro. Su capacidad de resiliencia ha quedado más que ratificada en los últimos ocho meses en donde el trabajo esforzado y valiente del campesinado y la agroindustria permitió que la seguridad alimentaria de los colombianos no se viera afectada por las difíciles circunstancias sanitarias, las cuarentenas y todas las restricciones a las que se ha acudido para intentar frenar la curva de contagios y decesos por este coronavirus.

El Gobierno, hasta donde fiscalmente le ha sido posible, ha dirigido billonarios recursos para apoyar a los productores del campo. Subsidios directos e indirectos, flexibilización en el pago de deudas financieras, alivios en el precio de los insumos, líneas de crédito extraordinario a bajas tasas, medidas de protección arancelaria y antidumping así como esquemas de incentivo a las entidades públicas para la compra directa a los cultivadores y la disminución de la cadena de intermediación son solo algunas de las medidas implementadas. Pero, lamentablemente, como ocurre con otros sectores, todavía no es suficiente.

Como se ve, la crisis de algunos rubros de producción agropecuaria es consecuencia de elementos tanto coyunturales como estructurales, cuya solución exige medidas de igual ámbito. Sin embargo, hay que ser realistas: si bien el Ejecutivo debe aumentar el apoyo directo a los cultivadores, sobre todo a los de mediana y baja escala, mientras no se recupere con mayor ritmo la economía y se mejoren los ingresos de las familias así como el dinamismo del comercio y otros sectores de bienes y servicios, será muy difícil que el campo retome la rentabilidad mínima. Por encima de todo ello, el mensaje es uno solo: es momento de la solidaridad amplia y decidida con quienes, contra viento y marea, han garantizado la seguridad alimentaria de los colombianos en medio de la más grande crisis de las últimas décadas. Urge más audacia del sector público y privado.