Tal como ocurrió el año pasado, cuando más de medio millón de personas cruzaron por el Tapón del Darién rumbo a la frontera con Panamá, para emprender desde allí un largo camino hacia Estados Unidos, los informes que llegan desde el Urabá antioqueño y chocoano indican que en las primeras tres semanas de este 2024 los flujos de migrantes ilegales no han disminuido de manera sustancial.
Como se sabe, en las distintas cumbres continentales, regionales y nacionales realizadas en 2023 se pusieron sobre la mesa muchas alternativas para poder regular el tráfico de migrantes por esta región, que se ha convertido en una de las crisis humanitarias más graves de Occidente.
Sin embargo, los expertos han señalado que la mayoría de esas medidas para enfrentar esta dramática situación resultan insuficientes debido a que no atacan la problemática de raíz: las difíciles condiciones económicas, políticas, sociales, de seguridad y derechos humanos que empujan a centenares de miles de hombres, mujeres y niños a abandonar su tierra natal y lanzarse a una travesía peligrosa y sufrida, al final de la cual se pueden terminar enfrentando al riesgo de la deportación.
Varios países de América Latina y el Caribe son de la opinión de llevar esta crisis a una sesión especial de las Naciones Unidas o, incluso, dadas sus profundas implicaciones, que el Consejo de Seguridad tome cartas en el asunto.
Está claro que ya el problema superó el ámbito de acción de la OEA. También resulta evidente que las medidas anunciadas por el gobierno Biden, tanto las que hicieron más drásticas sus políticas migratorias como aquellas dirigidas a abrir canales humanitarios de recepción de trashumantes, no han dado los resultados esperados.
Una prueba de ello son las imágenes de la última semana que muestran multitudes esperando en la frontera sur estadounidense que se les permita el paso a campamentos de refugio transitorio. Igualmente, las de ríos de gente que se mueven por varios países centroamericanos con miras a llegar a México y seguir al norte lo más posible antes de ser detenidos.
Frente a todo ello, es claro que una de las naciones más afectadas por toda esta dramática situación es Colombia, no solo por ser paso obligado de centenares de miles de personas, sino porque hay un componente de delincuencia muy alto alrededor este fenómeno, ya sea por las mafias de tráfico de ilegales como por los grupos armados que victimizan a los migrantes en su travesía por el Tapón del Darién.