El señor Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, pasa un trance de tal nerviosismo que ante una solicitud de diálogo con la oposición hecha sensatamente por el mandatario de Colombia, Juan Manuel Santos, se encrispa los bigotes y calenturientamente desestima la obvia posibilidad con un ¡Ya basta, carajo!.
Tiene que entender el señor Maduro, precisamente, que es el presidente de todos los venezolanos y no de su facción exorbitada. Si eso no lo comprende no puede, en manera alguna, ejercer la Jefatura del Estado por cuanto deja por fuera más de la mitad de sus gobernados. Para enmendarlo tendría, claro, que madurar, sacar al estadista que al parecer no tiene y entender que no puede quedarse de maduro biche tratando de manejar una crisis que se le ha salido de las manos, a punta de sojuzgar y defenestrar.
Pedirle madurez a Maduro no significa intromisión alguna en las vicisitudes venezolanas. Está claro que hoy Venezuela está en vilo por cuenta de los jóvenes y estudiantes verdaderamente desesperados con la arrogancia de quien no alcanza a ver más allá de la insidia y la polarización. Es, por igual una verdad de a puño que un país de semejante riqueza como la venezolana hoy se desmaya, en medio del despilfarro, la corrupción campante, la inseguridad rampante y la falta de orientación. No hay allí frutos de bendición diferentes a sacar al funcionarado a las plazas públicas para defender las canonjías y prebendas burocráticas. Pero lo de los venezolanos del común, nada.
Para toda América Latina es claro, tanto tirios y troyanos, que el señor Maduro no le llega ni a los talones a Hugo Chávez, aún con todas sus patochadas. El remedo de aquel no fructificó en manera alguna. De hecho, se ve que el “pajarito” ya no le trina a Maduro y estará esperando que Chávez se aparezca de fantasma para salvarlo de su propia inhabilidad.
Pero, de seguir así, ni la superstición podrá redimirlo. El presidente Santos quiere la paz en Venezuela como la de Colombia y no puede ser motivo de semejante iracundia del señor Maduro, que por lo visto la desprecia.
La situación de Venezuela no sólo es preocupación de Colombia. Es de toda América, incluso del mundo, que no puede quedarse pasmada ante el hecho de ver caer jóvenes por las balas del régimen ni sepultar la libertad de expresión. Diálogo, sí, señor Maduro. ¡Ya!. Y con todos los venezolanos. Esas son las verdaderas lecciones democráticas.