*Urge un diagnóstico integral en Bogotá
*Lastre de medidas aisladas y coyunturales
La búsqueda de una solución a los problemas de movilidad en la capital del país se ha convertido en una especie de nudo gordiano en donde es imposible establecer un plan de acción real y objetivo, por cuanto son tantos los diagnósticos parciales y tan disímiles las interpretaciones de sus conclusiones que se torna imposible lograr consensos sobre la ruta a seguir. El proyecto para la construcción de un sistema Metro en la ciudad ha hecho parte de los planes de desarrollo de los últimos cinco gobiernos y hoy por hoy continúa siendo una ilusión. El llamado Sistema Integrado de Transporte Público (SITP), que reúne el grueso de los buses, apenas si avanza por encima del 60 por ciento y los plazos para su implementación total se dilatan año tras año. El sistema de buses articulados Transmilenio no sólo se quedó corto en la construcción de las troncales inicialmente planteadas, sino que afronta problemas que van desde la sobredemanda de pasajeros hasta un insólito lío entre dos empresas de recaudo que ha impedido unificar las tarjetas de pasajes.
De otro lado, la red de ciclorrutas es insuficiente para el tamaño de la ciudad y su flanco más débil es la falta de conexión entre varios de sus tramos. La malla vial no sólo arrastra una deficiencia en materia de kilometraje construido sino que la existente presenta problemas de mantenimiento. Las alternativas que se han planteado para superar los cuellos de botella que dificultan el transporte de carga y pasajeros entre la capital y la zona metropolitana se han quedado, en la mayor parte de los casos, en el aire, por cuanto nunca se pudo instrumentar un esquema de ciudad-región práctico y moderno. Raya en lo increíble que pese a que gran parte de la urbe es cruzada por una línea férrea, ésta continúe siendo subutilizada. En la actualidad el proyecto del Tren de Cercanías sigue en el congelador y apenas a mitad de este año se abriría una primera licitación.
En medio del lío de cupos y ‘gemeleo’ de vehículos no hay claridad tampoco respecto a si el parque automotor de los taxis amarillos es suficiente, en tanto que la irrupción de otras modalidades de servicio público individual, como los taxis blancos o los que utilizan plataformas tecnológicas para prestar el servicio, han terminado por complicar el panorama. Los planes de chatarrización de vehículos viejos no se cumplen, el transporte ‘pirata’ es el que prima en algunos sectores suburbanos, el bicitaxismo está creciendo de manera desordenada y el mototaxismo, que es un dolor de cabeza en casi todo el país, también asoma en algunas zonas capitalinas. A ello debe sumarse que no ha existido continuidad en las medidas que los distintos gobiernos tomaron sobre restricciones al tráfico de vehículos privados, ya que cada alcalde ha reformado el “Pico y placa” bajo sus criterios. La tantas veces analizada posibilidad de hacer “puertos secos” en los municipios de la Sabana bogotana, para que allí las tractomulas descargaran y no tuvieran necesidad de entrar a la ciudad, nunca se concretó. Los niveles de contaminación en varios de los corredores viales rayan en los límites máximos, en tanto que las grandes autopistas perimetrales que se planearon para que muchos automotores circularan por los bordes de Bogotá se quedaron a medio camino…
Como se ve, la solución del problema de movilidad en la capital del país va mucho más allá de si se construye o no el Metro, si se hace por fases o cuáles serán sus rutas y fuentes de financiación. Ese es apenas un elemento en un escenario mucho más amplio. Claro que se necesita el Metro en la ciudad, pero igual es urgente que, de una vez por todas, se realice un diagnóstico integral sobre todos los cuellos de botella para el tránsito de pasajeros y carga en Bogotá. Los estudios que hoy existen son parciales, muchos desactualizados e incluso con metas y objetivos que chocan con los de otras modalidades de movilidad. Esa es una falencia estructural, grave y profunda que no se supera con medidas coyunturales, superficiales y cortoplacistas.
Bogotá necesita un diagnóstico integral, moderno y realista de su sistema de movilidad. Esa debería ser la prioridad de los gobiernos nacional y distrital, del sector privado y también de quienes hoy aspiran a ser los titulares del Palacio Liévano a partir del próximo año. Tenerlo abriría la puerta a una ciudad con vocación de futuro, una urbe que lamentablemente hoy no despega porque sigue arrastrando el lastre de problemáticas del siglo pasado.