Mala hora del Congreso | El Nuevo Siglo
Lunes, 15 de Abril de 2013

* ¿Legisladores o mentecatos?

* Engaño y plagio legislativo

 

Es una vergüenza,  como de no creer; de nuevo denuncian los medios a legisladores que presentan proyectos de ley en el Congreso de la República, como de su autoría, que defienden como si fueren salidos de su caletre, fruto del estudio y análisis de la realidad nacional. Y tienen la desfachatez de decir que son suyos con ardor  para mostrar una falsa inteligencia y responsabilidad, que se ganan el salario de manera eficiente y consagrada de acuerdo con la misión de servir al pueblo. Estos legisladores, no pocas veces logran aplausos de sus colegas, lo mismo que elogios de la prensa. Se ufanan de esos proyectos, que en algunos casos ni siquiera son de otros países, sino que fueron aprobados aquí por iniciativa de congresistas de otros partidos, lo que no les embaraza y se lanzan a declarar que son de su cosecha.  Eso significa que son tan torpes que consideran que sus colegas y el público son unos idiotas, que no los van a descubrir en su burda tramoya. Es verdad, que en algunos casos lo hacen por equivocación, puesto que, seguramente, no fue de su iniciativa, pero entre los ponentes estaban algunos de su partido. Bien, esos casos de confusión o de audacia son distintos a un plagio, pero nada le quita a un senador o un representante a la Cámara reconocer que tal o cual proyecto salió de la Academia, de este o cual partido. Se trata de respetar el trabajo legislativo del otro, de valorar el empeño del colega, así no pertenezca a la misma bancada. Es una cuestión de personalidad, de respeto por las ideas, por el esfuerzo de quienes han sido elegidos por el pueblo para servir a Colombia.

Existen hoy en el mundo medios digitales con los cuales se puede tener acceso inmediato a leyes y proyectos de otros países, de entrar en contacto con asesores de los legisladores de otros ámbitos. No está mal que se consulten esas iniciativas y se analicen, incluso es conveniente. En ocasiones los mejores proyectos teóricos, al entrar en contacto con la realidad, resultan impracticables. Lo mismo que, a veces, en un país una ley se acopla a la tradición, las circunstancias, la manera de entender la vida esa sociedad y prospera, con beneficio colectivo. En tanto en otro ambiente resulta negativa. Colombia es uno de los países que más se copian de otras instituciones foráneas, con el fin  de mejorar o pretender mejorar el ejercicio  de la democracia.

Existe una fiebre simiesca de imitar  lo extranjero. Muchos de nuestros políticos se sienten mal siendo colombianos, carecen de verdadera autoestima, por lo que piensan que todo lo de fuera es mejor. Y los asesores que contratan por sumas millonarias siguen esa tendencia vergonzante, por lo que de manera subrepticia practican con  descaro el plagio; hacen como suyos el contenido de extensos proyectos que son el producto de un esfuerzo individual o colectivo en otras latitudes, que merecen respeto, que no se puede copiar al calco. Puesto que al caer en semejante inconsistencia demuestran la pobreza mental, su falta de dignidad personal, su desfachatez y pereza. Es preferible presentar un proyecto de ley fruto del concienzudo esfuerzo personal, así no se trate de un trabajo perfecto, que salir a falsificar de manera cínica los trabajos de otros. El esfuerzo intelectual merece respeto, tiene nombre propio, en ocasiones es fruto de años y años de laboriosidad, para que cualquier palurdo, ya  sea un legislador o su asesor,  se robe las propuestas de otros.

Se olvidan esos “asesores” o “legisladores” que en el Código Penal se castiga con 2 a 5 años a quienes cometen ese delito, fuera de las multas previstas para los culpables que pueden llegar a 200 salarios mínimos y que la Fiscalía tiene un departamento especializado para investigar ese tipo de fraude contra la propiedad intelectual. La propiedad intelectual es uno de los derechos más importantes que se deben proteger contra abusos y falsificaciones, para estimular el estudio, la investigación y el desarrollo. El  miserabilismo mental, la incapacidad creativa, la falencia en el conocimiento de nuestra realidad no se suple en las leyes con la copia subrepticia de los anales de otras naciones, puesto que las realidades y el momento social de cada país son diferentes, lo que exige un estudio cuidadoso de los nativos para avanzar en un sentido u otro. Es muy triste que en el Congreso, donde se encuentran elementos valiosos y capaces, unos cuantos  legisladores o sus tenientes, ingresen al rincón del vago para encontrar inspiración y copiar a la loca iniciativas de otros. Semejante conducta merece el repudio de la sociedad, puesto que es propia de mentecatos y no de legisladores.