- Ajuste a estrategia de seguridad ciudadana
- Las cifras señalan que delitos disminuyeron
Al cumplirse los primeros seis meses de los actuales gobernadores y alcaldes, en la mayoría de las jurisdicciones departamentales y municipales la nota predominante por estos días, obviamente al lado de los prioritarios planes de contingencia para enfrentar la pandemia del Covid-19, es la presentación de los cortes de cuentas sobre el que es, sin duda, el semestre más complicado para el país en las últimas décadas.
En esos balances un asunto clave es lo que ocurrido en materia de seguridad y convivencia ciudadana. Paradójicamente, la mayoría de las rendiciones de cuentas coinciden en que, en comparación con igual periodo del año pasado, hay una disminución efectiva en los índices de delitos de alto impacto. Se trata, sin duda, de una noticia positiva, aunque no pocos analistas, centros de estudios especializados y hasta sectores de oposición a esos mandatarios seccionales y locales se apresuran a precisar que una parte de esa disminución de la incidencia criminal tiene clara relación con el hecho de que desde mediados de marzo se declaró una cuarentena nacional para frenar la expansión de la pandemia del Covid-19. Es apenas lógico concluir que a menor cantidad de personas en la calle, menor riesgo de que sean víctimas de la delincuencia común y organizada.
Más allá de esa polémica, lo cierto es que las cifras sobre seguridad este año son positivas. Por ejemplo, en su último informe el Ministerio de Defensa dio cuenta de que entre enero y mayo hubo 4.480 homicidios, es decir un 15 por ciento menos que en el mismo lapso de 2019, cuando se registraron 5.296. En materia de secuestros se disminuyó, igualmente, en un 49 por ciento; en cuanto a delitos sexuales hubo 34 por ciento menos; en robo de vehículos (automotores y motocicletas) la reducción fue del 35%; sobre los hurtos en general (ya se trate de residencias, comercios o a personas), sin duda la acción violenta que más sufren los colombianos, las estadísticas dan cuenta de que mientras en los primeros cuatro meses del año pasado se registraron 167.368 casos, en el mismo periodo de 2020 se bajó a 111.226, es decir que hubo una disminución del 34 por ciento; en piratería y extorsión también se experimentaron caídas de 20 y 32 por ciento, respectivamente…
Visto todo lo anterior, se podría decir, entonces, que las políticas de seguridad ciudadana están dando resultados, más allá de que las encuestas señalen que hay una creciente percepción de inseguridad urbana entre los colombianos. Incluso algunos expertos han explicado que en medio de la cuarentena se registran casos de feminicidios, abusos sexuales, robos callejeros y asaltos a comercios y conjuntos residenciales que han tenido un alto impacto mediático y generado indignación nacional, lo que prendió las alarmas sobre un posible pico delictivo que, a la luz de las estadísticas de las autoridades, no existe en realidad.
Sin embargo, resulta evidente que la opinión pública sí está pidiendo un ajuste en la estrategia de seguridad, sobre todo por parte de la Policía. De hecho, en algunas ciudades se urge reformar la llamada estrategia del “plan cuadrantes”, mediante la cual se focaliza la vigilancia y accionar de la Fuerza Pública “en un sector geográfico fijo, a partir de sus características delictivas, contravencionales, sociales, demográficas, geográficas y económicas”.
Para algunos analistas si bien es cierto que el “Modelo Nacional de Vigilancia Comunitaria por Cuadrantes” ha dado resultados, en ocasiones su estricta focalización territorial termina dificultando la posibilidad de desmantelar organizaciones de delincuencia común y organizada que tienen ámbitos de operación más amplios o complejos. De hecho, en la Política de Convivencia y Seguridad Ciudadana, lanzada por el Gobierno a finales del año pasado, quedó claro que el objetivo era fortalecer la Policía Nacional, tanto en su número de integrantes como en sus capacidades y recursos tecnológicos. Por ello se adoptó un nuevo modelo de vigilancia y control en las ciudades y zonas rurales. “Pasaremos de la vigilancia al control efectivo de los espacios donde se presentan más delitos”, señaló dicha estrategia, que además ordenó mejorar la eficacia operativa y que las capacidades de inteligencia e investigación criminal se enfocaran en la disrupción de las redes delictivas asociadas a rentas criminales urbanas. Todo ello en la dirección de capturar no sólo a un integrante de las bandas, sino buscando desmantelar estructuralmente los negocios ilícitos de toda índole.
Es decir, entonces, que la estrategia de “cuadrantes”, tal y como se había implementado desde un comienzo, ya ha sido modernizada y tiene nuevos elementos que le permiten ser más efectiva. Obviamente en materia de seguridad ciudadana siempre falta camino por recorrer y todos los días hay retos. Sí, la disminución en los delitos de alto impacto es tangible, pero todavía insuficiente. Lo importante es que los ajustes a la estrategia se apliquen y tengan evaluación permanente, antes que enredarse en el viejo dilema entre la percepción ciudadana y las estadísticas de las autoridades.