* Inamovibles en el diálogo Maduro-oposición
* Dictadura buscará legitimarse sin ceder nada
En la hermana república de Venezuela, por cuenta de los múltiples errores, contradicciones, veleidades y fracasos entre los políticos locales, así como de ensayos reformistas mal calculados, más el gasto desenfrenado de las multimillonarias rentas petroleras y la codiciosa mano negra de la corrupción, se minaron las instituciones democráticas y produjeron asonadas e intentos de golpe de Estado, incluso con la caída de presidentes, como el caso de Carlos Andrés Pérez.
De hecho se recuerda cómo el entonces presidente Rafael Caldera amnistió al coronel golpista Hugo Chávez con la idea de desinflar su imagen, que crecía en prisión a manera de un globo que atraía la atención nacional. El liberado se convirtió en un agitador que supo capitalizar las insatisfacciones colectivas acudiendo a un vocabulario populista y demagógico, incluso prometiendo que entregaría a la población más pobre y marginada las utilidades de la venta del petróleo.
De esta forma, Chávez llegó al poder en febrero de 1999 y se quedó en él hasta su muerte, en el 2013, proclamando como ‘heredero’ a Nicolás Maduro. Un legado que aceleró la ruina nacional, la quiebra económica, la anulación empresarial y dio lugar a una ominosa dictadura, sostenida con fuerzas de choque represoras, la inteligencia y milicias cubanas. Todo ello sumado a la cooptación de poderes públicos, el robo de erario, la violación generalizada de derechos humanos, persecución física, judicial y política a la oposición, así como elecciones amañadas y un régimen autoritario que, amparado en sus alianzas con Rusia y China, no acata los llamados del resto de la comunidad internacional en torno al restablecimiento del tracto democrático.
Una de las tantas y crónicas debilidades de la democracia venezolana es la fragmentación del denominado establecimiento, una parte del cual milita en una oposición fracturada y otra que colabora con el gobierno de turno a cambio de gajes y prebendas.
Es necesario no perder de vista todo ese cuadro crítico ahora que comienza, en México, un proceso de diálogo entre el gobierno chavista y la oposición. Un ejercicio en el que, es claro, hay aspectos en los que la oposición no puede ni debe ceder, como lo es el objetivo primordial de avanzar hacia unas elecciones limpias así como a la recuperación institucional que vele por la reinstauración de la democracia. Los opositores encarcelados por una justicia politizada deben recobrar la libertad y todos sus derechos. Tiene que generarse un escenario para que la economía salga de la recesión e hiperinflación. No menos importante es encontrar una fórmula para el retorno de los más de seis millones de venezolanos que han huido del país en los últimos años. La reinstauración de la libertad de prensa es otro imperativo así como la reinserción de Venezuela en el circuito internacional, al igual que la activación de una estrategia efectiva contra la pandemia…
La oposición venezolana, en cabeza de Juan Guaidó (reconocido por más de cincuenta naciones como presidente legítimo del país) tiene muchos retos en esta ronda de diálogos con la dictadura. No se trata de hablar por hablar, ni mucho menos de ceder en los aspectos más esenciales de la democracia, que es precisamente lo que buscará Maduro, para quien es claro que estas reuniones en México le sirven para tratar de lavar la faz dictatorial del régimen.
Precisamente por esto último es que son muchos los escépticos, tanto a nivel interno como externo, sobre el resultado de este acercamiento que comenzó ayer en la nación centroamericana. Difícilmente ven a Maduro cediendo en permitir unas elecciones libres y con los líderes de la oposición gozando de plenas garantías, ya que es claro, como lo señalan todos los sondeos, que se impondrían en las urnas. A ello se suma que Cuba, Rusia, China e Irán mantienen influjo decisivo en el gobierno chavista, en contraposición a Estados Unidos y la Unión Europea, que favorecen el restablecimiento democrático.
Guaidó ha sido claro en cuanto a su objetivo primordial en México: evitar que Venezuela siga colapsando por el derrumbe económico, social, sanitario y de derechos humanos. No se puede seguir con la moneda más devaluada del mundo, un sector privado en ruinas, el continuo saqueo de todos los recursos por parte del régimen y la inseguridad generalizada…
Visto todo lo anterior, queda claro que hay unas líneas rojas que la oposición no puede dejar traspasar en este diálogo en México. Sería un costoso error que a cambio de unas pocas e insustanciales cesiones, la dictadura trate de legitimarse y siga afincándose en el poder.