Uno de los principales cuellos de botella de la ciudad-región que constituyen Bogotá y los municipios circundantes es, sin lugar a dudas, el caos en el transporte de carga y pasajeros, pese a que esta zona genera casi una cuarta parte del Producto Interno Bruto (PIB) del país, es el principal nodo de negocios y servicios del país al tiempo que alberga más del 10 % de la población nacional.
La semana pasada destacamos en estas páginas el decreto de los ministerios de Transporte y Ambiente que determinó la posibilidad de excluir del trámite de licencias ambientales a los proyectos férreos urbanos en desarrollo, siempre y cuando esos sistemas sean impulsados con electricidad u otra fuente de energía limpia que sea baja en la emisión de gases de efecto invernadero. Lo que se busca es agilizar el diseño y entrada en operación de estos proyectos para ayudar en la superación de los problemas de movilidad y, de paso, impulsar la transición energética que es clave para el combate al cambio climático.
Las carteras mencionadas señalaron que entre los proyectos que podrían estarse beneficiando de esta medida estarían las dos líneas de Regiotram entre la capital del país y municipios de Cundinamarca, así como el tren del Río (área metropolitana de Medellín) y el tren del Valle (entre Cali y las poblaciones circundantes).
En el caso del centro del país el proyecto más avanzado es el Regiotram de Occidente, cuyo cronograma de obras se ha visto impactado por la demora en el licenciamiento ambiental.
Sin embargo, en aras del citado decreto, la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) expidió ya un auto mediante el cual ordenó el archivo y terminación del trámite de licencia ambiental del Regiotram de Occidente, presentado por la Empresa Férrea Regional S.A.S.
Obviamente, hay una serie de normatividades y requisitos de orden ambiental y de desarrollo sostenible que deben cumplirse y serán verificados por las autoridades nacionales, regionales, municipales y distritales. Esto debe hacerse con la máxima diligencia en aras, por un lado, de minimizar cualquier impacto en los entornos naturales y, por otro, permitir que el tren de cercanías entre Facatativá y Bogotá, que movería miles de pasajeros al día, así como una cantidad considerable de carga, pueda entrar en operación lo más rápido posible. Esto es clave en la medida en que los trancones por la troncal de la calle 13 son cada día más largos y afectan la calidad de vida de una gran franja poblacional e impactan la productividad de la ciudad-región.