¡Libertad y orden! | El Nuevo Siglo
Miércoles, 14 de Agosto de 2024

* Alcances del escudo nacional

* Símbolo del verdadero cambio

 

No podría decirse, ciertamente, que el escudo colombiano sea muy preciso si se le mira en los términos de hoy. Pero sin duda obedece al largo proceso histórico colombiano hasta configurar la República actual.

Es claro, por ejemplo, como dicen algunos expertos, que el cóndor podría ser mucho mejor logrado y, añadimos, que no necesariamente debería tener la connotación de águila al vuelo que en principio pareció pretenderse en el modelo que se estableció durante el gobierno del general Santander, en 1834, cuando por primera vez se definió la insignia nacional. Y que, en todo caso, bien se mantiene en las mismas características de entonces como símbolo de la libertad.

El cóndor, por supuesto, es emblema vital de la nacionalidad. De hecho, cuando se dio curso a la llamada gran Colombia, después de la independencia, el territorio se organizó en tres grandes secciones. La zona correspondiente al antiguo virreinato de la Nueva Granada, es decir, la totalidad del territorio colombiano de la actualidad al lado de Quito y Venezuela, se denominó Cundinamarca, dándole mayor alcance a la provincia previa que había tomado su nombre del espléndido término aborigen de “país de los cóndores”.

Producido el colapso grancolombiano, a raíz de las mentes inferiores que impidieron la consagración de un país al estilo de México y Brasil al norte de la América meridional y al alero de los Andes (incluso confederándose con Perú y Bolivia), Cundinamarca pasó otra vez a ser una división territorial más dentro del ex virreinato granadino, pero el símbolo del cóndor prevaleció como distintivo nacional de la zona geográfica que solo mucho después se llamó, con Rafael Núñez, República de Colombia, luego de darle diferentes epítetos a nuestro juicio poco afortunados.

Es, por cierto, el cóndor un majestuoso elemento diferencial y verdaderamente típico de nuestra nación que poco se usa en las consignas publicitarias internacionales a cambio de “Colombia es pasión”, “Colombia, potencia mundial de la vida” o, en fin, cualquier soporte propagandístico de índole generalmente político y de mensaje subliminal por razones internas. Quizá valga añadir, de otra parte, que el cambio climático y las amenazas a la biodiversidad acosan la extinción de la extraordinaria ave andina.

Mucho se debate, también, si el istmo de Panamá debería permanecer en el escudo colombiano. Aunque parezca anacrónico tras, no de la separación, sino de la aún lamentable usurpación extranjera del departamento panameño, hace más de un siglo, lo cierto es que Colombia sigue teniendo una gran riqueza en sus dos mares y ese fue el sentido de mantener el emblema idéntico en la ley de 1924 y subsiguientes. De suyo, las heridas de la historia también hacen parte del acervo nacional.

Acaso habrá en el escudo otros temas a debatir. Sin embargo, el único sobre el cual no parecía haber discusión alguna es esa nítida síntesis de alta política de “libertad y orden” que, con tino, se manifiesta en su heráldica. Precisamente, ese fue el norte señalado en la fundación y hacia el futuro, dando piso a las instituciones y en particular a la vocación democrática colombiana. De hecho, si se preguntara por una definición universal, concreta y sucinta, de la democracia sería esa: libertad y orden. Porque libertad sin orden es libertinaje y orden sin libertad es autoritarismo.

Si, por el contrario, se pretende, como en la actualidad, entrar a calificar en el escudo cada uno de los componentes, según el caso, por ejemplo, “orden justo”, al tenor de las intempestivas novedades pretendidas por el presidente Gustavo Petro, pues también habría que entrar a calificar el factor de la libertad. Verbigracia, “libertad racional”, según los términos que el propio Libertador, Simón Bolívar, adujo cuando dio a entender el tipo de libertad que, lejos de la anarquía hoy reinante, se compaginaba con sus criterios.

A decir verdad, y para no incurrir en pleonasmos heráldicos, esos calificativos ya están reiterativamente señalados en la Constitución como obligación y desarrollo de la libertad y el orden. Así en el preámbulo, que determina “un orden político, económico y social justo”. Al igual que en los dos primeros artículos que señalan a Colombia como un Estado social de derecho, “con prevalencia del interés general”; los fines esenciales estatales dirigidos a asegurar la “vigencia de un orden justo”; y las autoridades instituidas para proteger a las personas “en su vida, honra, bienes, creencias y demás derechos y libertades”. Es decir, el desarrollo de lo que se anuncia en el escudo y que, además de las cláusulas constitucionales, lo que exige son buenos gobiernos.

No es pues modificando el escudo como se pueden camuflar las actuales deficiencias gubernamentales. Por el contrario, ese lema de “libertad y orden”, así, conciso y de transparente expresión democrática, es naturalmente lo que preponderará en la campaña presidencial que, frente a la anarquía, la improvisación y el populismo, ya despunta como símbolo del verdadero cambio.