- Vicisitudes del primer “Día sin IVA”
- Más pedagogía sobre reglas del juego
Luego de que el Gobierno decidiera asumir el riesgo de promover el “Día sin IVA” en medio de la curva ascendente de la pandemia, la primera jornada de ayer resultó un experimento de contrastes. Una cantidad sustancial de personas utilizó los medios electrónicos para adquirir una amplia oferta de productos con descuento, evidenciando que las compras online ya son una práctica masiva y natural en el país, mucho más allá de los cambios obligados en los hábitos de consumo derivados de la emergencia sanitaria. De igual forma, los establecimientos comerciales de las grandes ciudades y muchos municipios registraron un monto importante de ventas, que les significó un primer salvavidas económico luego de varias semanas de disminución crítica en sus ingresos. No obstante hay que registrar que la indisciplina social también fue factor dominante en ciertos lugares específicos, donde las aglomeraciones llegaron a contabilizar miles de personas, constituyéndose tal situación en un peligro en esta coyuntura epidemiológica.
Como se recordará el “Día sin IVA” es una medida de incentivo al comercio y a los consumidores que fue aprobada en la última reforma tributaria en diciembre pasado, precisamente bajo la intención del Gobierno y el Congreso de implementar alivios socio-económicos de amplio espectro. Si bien inicialmente los tres “Días sin IVA” debían distribuirse a lo largo del año, el Ejecutivo decidió modificar ese calendario en el plan de contingencia activado para hacer frente a la emergencia sanitaria. De allí que se trasladaran dichas fechas para ayer (19 de junio) y los próximos 3 y 19 de julio. Obviamente la intención no es otra que contribuir a la reactivación productiva del comercio, las empresas y los empleos así como facilitar la adquisición de productos por parte de las familias cuyos ingresos se han visto impactados por las restricciones propias de la larga cuarentena.
Sin embargo, de esta primera jornada es evidente que hay que derivar lecciones en varios flancos. Por ejemplo, sería interesante, para las otras dos fechas comerciales, en caso de producirse, ampliar el listado de productos cubiertos con el descuento tributario y, de otra parte, hacer más estricta la vigilancia de las autoridades respectivas para evitar fenómenos como los que se alcanzaron a denunciar al comienzo de la semana en cuanto a sobrecostos y otro tipo de presuntas trampas a este mecanismo de alivio.
También tiene que realizarse un ejercicio de autocrítica en torno a las circunstancias que llevaron a que en algunos casos se registraran aglomeraciones, con el agravante de que, además, no se guardaron las medidas de distanciamiento social y de bioseguridad para evitar el riesgo de contagio del coronavirus. Lamentablemente en determinados sectores de las ciudades y en algunos municipios hasta última hora hubo confusión, incluso entre las propias autoridades, sobre las reglas del juego para esta jornada comercial. Una parte de la ciudadanía, igualmente, no tenía claro si podía o no salir a las calles para aprovechar los descuentos, sobre todo en aquellas jurisdicciones donde están rigiendo restricciones como “el pico y cédula” o el “pico y género”, e incluso los toques de queda previos.
Tampoco se puede desconocer que la mayoría del comercio organizado de pequeña, mediana y gran escala hizo cumplir las reglas sobre el control de aforos y prevención sanitaria. Puede destacarse, entonces, que de los 75 mil negocios comerciales en el país, más del 99,9% aplicó con rigor las precauciones.
Al final, en todo caso, quedó claro que faltó una mayor y más eficaz campaña institucional de pedagogía ciudadana respecto a esas reglas del juego para este primer “Día sin IVA”. Los gobiernos Nacional, regionales y locales debieron evitar a toda costa las confusiones y redoblar esfuerzos para prevenir los actos de indisciplina social, más aún porque esta primera fecha se dio en la antesala de la celebración del Día del Padre. Una ofensiva informativa por parte del Estado en los medios de comunicación y las redes sociales, concientizando a todos los colombianos sobre la necesidad de respetar los mandatos de bioseguridad y no incurrir en actitudes riesgosas para la salud y la vida propia y de los demás, hubiera evitado muchos de los inconvenientes ayer. No es suficiente con discursos y órdenes aisladas, sino que es necesario una actividad constante sobre cómo debe procederse dentro de la nueva cultura del aislamiento social. En efecto, los elementos culturales que se busca imponer no se dan de la noche a la mañana y requieren de una pedagogía permanente. Nadie quiere poner en peligro todo lo que se ha avanzado en materia de control de la pandemia y de reactivación productiva y social. Eso es claro. Y, desde luego, no es hora de politizaciones sino de actuar conjuntamente en bien de todos los colombianos.