*El sentido de la reforma tributaria
*Un Estado más eficiente y pequeño
En el Congreso, sin duda alguna, se da un escenario favorable para el Gobierno, incluso una mecánica eficaz para sufragar los proyectos de ley que más interesan, pero escasea la interpretación y orientación de las políticas del presidente Juan Manuel Santos. Muy posiblemente en el hemiciclo salgan avante la mayoría de iniciativas de la legislatura, como queda demostrado con la reforma tributaria, de la que finalmente no ocurrió, como decíamos, el vaticinio de las “Casandras”. Es decir, algún sector que veía renegrida la economía y que por ello aseguraba la estampida empresarial ante las apremiantes necesidades fiscales y el posicionamiento presupuestal frente a la caída de los precios del crudo.
Por el contrario, el consenso y la sindéresis se impusieron sin mayores dificultades, lo que resulta obvio cuando se trata de empujar todos para el mismo lado: el desarrollo con equidad. Y no es en lo absoluto una bicoca haber logrado, bajo el consenso Gobierno-empresas, la financiación presupuestal adicional no a uno, sino a cuatro años, en un monto de 53 billones de pesos. Ello redundará en las inaplazables inversiones en infraestructura y vivienda que, por lo demás, irrigarán buena parte de la economía en el lapso y permitirán prontas tasas de retorno para todos los sectores.
En eso, como en otros casos, el Congreso suele actuar dentro de la mecánica electoral y el decurso parlamentario. Pero más allá de ello, los partidos políticos que comparten el proyecto presidencial tienen que asumir una vocería mayor. La explicación del voto, la orientación de la opinión pública en momentos en que ello más se requiere, la pedagogía para avizorar de mejor manera el futuro, son precisamente una responsabilidad partidista insoslayable en un país, como Colombia, que se encuentra en un punto de inflexión.
La actitud fría, puntillosa, a veces indolente, de algunos sectores de la denominada Unidad Nacional demuestra que, si bien está lejos de oponerse al Presidente, no entiende su política. O si la entiende, no se compenetra con ella. Es más, si llegare a entenderla, no quiere compartir las responsabilidades y si se ve obligada a hacerlo entonces entra a cobrar el respaldo. No es ello, por supuesto, una actitud positiva frente a los retos que tiene el país.
El Gobierno, en el caso de la reforma tributaria, ha actuado con criterio realista. La política más sana, a no dudarlo, no es por descontado elevar gravámenes y cambiar los umbrales. En efecto, el mismo Gobierno sabe que un impuesto como el cuatro por mil resulta, a la larga, anti-técnico, por lo cual sus autores siempre lo contemplaron de temporal y varias veces se ha propuesto su desmonte. Pero en la actualidad el palo no está para cucharas.
La política económica lo que busca es mantener a Colombia a la vanguardia latinoamericana. Es posible que los pronósticos de crecimiento deban revisarse, en alguna medida, pero en todo caso el país seguirá siendo una de las economías de la región a tener en cuenta. Y así lo es, justamente, por sus capacidades en la generación de empleo, la inflación controlada, de todos modos tasas interesantes de inversión extranjera, el propósito de continuar la ruta del crecimiento y una regla fiscal inmodificable.
Nada impide, desde luego, los requerimientos de un Estado adecuado a las condiciones en que se mueve la economía mundial. Un Estado más pequeño en que puedan revisarse algunas instituciones inservibles o que no dieron la talla luego de creadas en la Constitución de 1991. Un Estado más funcional, menos paquidérmico, que dé respuestas prontas a las necesidades del desarrollo. Un Estado, por su parte, que tenga los vasos comunicantes que permitan la armonía en vez de la pugna interna permanente entre sus organismos. En fin, como es de todos sabido, un Estado que actúe por resultados, aminore sus costos de operación y permita avanzar en vez de auto-neutralizarse.
La Unidad Nacional y los componentes políticos que apoyan el proyecto presidencial, cuyo propósito central es la paz y la prosperidad, deben ser actores y partícipes de lograr la eficiencia estatal, recortando el gasto público innecesario. Todo lo contrario a lo que parece ocurrir cada vez que piden una cita en la Casa Nariño, cuando más que dar solidaridades políticas lo que buscan son preminencias en gajes y prebendas.