Efectos del demoliberalismo
El papel de los banqueros de Nueva York
Entre los desafíos más imperativos que debe afrontar el gobierno del estadista Rafael Núñez, cuando a finales del siglo XIX funda el Partido Nacional, baluarte de la Regeneración, con el concurso de liberales independientes y conservadores, es superar la debilidad crónica del Estado y someter a los sectores anárquicos de la política propensos a la insurrección que tenían gran influjo entre liberales y radicales. Se consideraba al Estado como un enemigo, un rezago del colonialismo y por influencia de los diversos tipos de liberalismo que nos habían llegado desde la Ilustración, a la española de Cádiz, el radicalismo francés, el de las logias anticlericales, el moderado de los ingleses, el liberalismo amarillo a la venezolana, el santanderista, el que se liga al utilitarismo de Bentham, lo mismo la influencia socialista de la revolución del 48 en Francia. Esa mezcla de sugestiones ideológicas y preceptos desordenados conformaron el acervo anárquico radical decimonónico. Fenómeno que no ha sido estudiado con severa metodología histórica, pero que atisban con aguda intuición desde puntos de partida diversos Álvaro Gómez y Alfonso López Michelsen, en valiosos escritos. En Hispanoamérica durante 300 años había prevalecido casi sin interrupción la herencia de los padres de la Iglesia devotos de Santo Tomás, siendo raros los heterodoxos y fueron éstos los que consiguieron el formidable avance cultural y social de estos pueblos del Nuevo Mundo, superior entonces al de los Estados Unidos.
La puesta en práctica del federalismo en un país que estaba unido desde los días primigenios del Adelantado Jiménez de Quesada, que debía superar una geografía hostil y que tendía a la dispersión, por lo que el esfuerzo estatal tendría que contar con instituciones para mantener dicha unidad. Por desgracia, los hombres de leyes y copistas al calco de la escuela santanderista se esfuerzan por introducir normas que se consagraban en otros países con evolución distinta a la nuestra. Se introduce el librecambio, por cuenta del brillante y furioso antibolivariano Florentino González, cuando estaba reciente la quiebra de la incipiente industria nativa en Bogotá, a raíz de las especulaciones de Judas Tadeo Landínez; la funesta guerra del 40, apoteosis de la anarquía caudillista de los Supremos contra el orden conservador, a la vez que se condenaba a los artesanos a la competencia desigual con productos europeos.
El predomino de la ideología individualista, utilitarista y anticlerical precipita la persecución al clero y la división política en el gobierno de José Hilario López debilita el Estado y consagra la dispersión en la Carta de 1853, lo que nos conduce al golpe de cuartel de Melo al año siguiente. La guerra civil sacude a Panamá. La alianza conservadora-liberal y radical derroca el gobierno de facto y el conservador Manuel María Mallarino restaña las heridas del sistema y restablece el pleno ejercicio de la democracia. En 1858 el conservatismo abjura de su doctrina unitaria para apoyar la Confederación, lo que lleva a la ruina de la República y la rebelión de Mosquera desde el Cauca contra Ospina y el conservatismo. Panamá se convierte de nuevo en escenario de la sangrienta confrontación. Al ganar la guerra Mosquera se avanza a la Constitución de Rionegro de 1863, que consagra el federalismo extremo y ahonda el librecambio, que de pasada perjudica a Panamá. Las continuas guerras a partir de 1863, por cuenta de la debilidad del sistema, desesperan a los panameños que esperaban de la unidad con Colombia en tiempos del Libertador que imperara un orden conservador y no la disolución, la guerra y la demagogia contumaz.
Hasta que emerge Rafael Núñez al poder, que como político había iniciado su carrera en Panamá y de allí había viajado a Bogotá, casualmente, para oponerse al librecambio de Florentino González, sin que atendieran sus advertencias. Como gobernante le correspondió décadas después crear el Banco Nacional, emitir billetes, fortalecer el Estado y sentar las bases para el desarrollo e industrialización del país. Entre las grandes obras que emprende se cuenta el acuerdo con Francia para hacer el Canal de Panamá. Los liberales y radicales de la época, derrotados políticamente por el nacionalismo, van varias veces a la guerra y en todas las oportunidades son derrotados, hasta la última gran guerra de 1899 en el gobierno de José Manuel Marroquín; que deriva en la postración económica y militar del país en los albores del siglo XX, durante los gobiernos de Manuel Antonio Sanclemente y Marroquín, hasta la usurpación de Panamá. Los autores intelectuales del despojo de Panamá, al quedar Colombia tan débil como un paralítico, fueron los poderosos banqueros de Nueva York, los hermanos Seligman, que según recuerda Jacobo Schiff, respetable historiador judaico, financiaron la conspiración, así como a Teddy Roosevelt, la prensa, el Congreso y varios políticos colombianos y del Departamento de Panamá, que el 3 de noviembre de 1903 se separó de Colombia.