*Pavorosa enemistad
*Gaza convertida en cementerio
El mes de julio ha sido trágico y doloroso para los habitantes de Gaza, que viven en medio del conflicto entre los grupos armados que, como Hamas, desde la clandestinidad combaten a Israel, y el fuego contrario que contestan las tropas de ese país, que cuenta con uno de los ejércitos más poderosos y mejor armados de la zona y que, al parecer, posee la bomba atómica. La disputa de ambos bandos ha derivado en una lucha feroz por sobrevivir. Israel defiende la existencia como Estado y los palestinos luchan por levantar un Estado en la misma zona en la que viven hace siglos. Son tan poderosos los factores que se acumulan para fomentar la hostilidad entre las partes que ni los más notables negociadores han conseguido disuadir a los contrincantes a deponer sus diferencias y hacer la paz. La enemistad invencible los separa así como su adversa visión cultural, política y religiosa. Parece que se aplica aquí el concepto de Carl Schmitt en cuanto a que el antagonismo llevado al extremo provoca el desencuentro político que deriva, a su vez, en el odio visceral y la confrontación, sea entre los partidos políticos o las naciones, con mayor razón cuando son dos vecinos con fronteras comunes y políticas de choque contrarias.
Sostiene Schmitt que la relación funesta entre las naciones conduce a unos a convertirse en enemigos irreconciliables dado que “si la distinción entre el bien y el mal no puede ser identificada sin más con las de belleza y fealdad, o beneficio y perjuicio, ni ser reducida a ellas de una manera directa, mucho menos debe poder confundirse la oposición amigo-enemigo con aquéllas. El enemigo político no necesita ser moralmente malo, ni estéticamente feo, no hace falta que se erija en competidor económico, e incluso puede tener sus ventajas hacer negocios con él. Simplemente es el otro, el extraño, y para determinar su esencia basta con que sea existencialmente distinto y extraño en un sentido particularmente intensivo”. Esa distinción entre amigo y enemigo llega a un extremo en el cual se lucha por eliminar al otro, caiga quien caiga. Es la guerra sin límites, fatal e interminable. Como la aciaga confrontación que se da en estos días en Gaza, donde ya el número de muertos ronda las mil víctimas. Según la Unicef pasan de 192 los niños que han muerto entre los palestinos y 32 nativos de Israel. Esta semana un misil cayó en un albergue para niños en Gaza y varios fallecieron.
El secretario de Estado de los Estados Unidos, John Kerry, de visita en El Cairo, hizo un llamado a la paz en momentos en que Gaza está en llamas y convertida en un inmenso cementerio, en el cual se respira el aire nauseabundo de los cadáveres en estado de descomposición. La ONU, Washington y Egipto han propuesto una tregua humanitaria de siete días entre Israel y Hamas. Pero a estas alturas, pese al brutal bombardeo al que han estado sometidos los palestinos y los grupos de milicianos de Hamas, éstos últimos no están dispuestos a un cese el fuego ni para enterrar a los muertos. Lo mismo que en Israel prevalece la voluntad de seguir el combate, cuyos resultados parecen favorecer a un Netanyahu que está por la reelección.
Entre tanto por Irak, Siria y los países vecinos se extiende la guerra civil y la insurrección generalizada por cuenta de los partidarios de instaurar un nuevo califato. Sus fuerzas de combate avanzan por zonas de las dos primeras naciones sin casi tomar prisioneros pues fusilan a los opositores, en particular si son chiís o cristianos. No reconocen las actuales fronteras regionales y hasta reclaman, también, media España. Los estrategas de Israel se preguntan si ya esas milicias están cerca de sus fronteras o cuándo van a llegar, por lo que apelan a la guerra preventiva.