La nueva legislatura | El Nuevo Siglo
Lunes, 16 de Julio de 2012

* El Congreso en la peor de sus horas

* Dos únicas vías para un poder en crisis 

 

El arranque de la tercera legislatura parlamentaria es muy crítico. El Congreso se encuentra en uno de sus más altos  niveles de desprestigio y desconfianza ciudadana. Y no es para menos: la opinión pública se percató de que a través del accidentado proyecto de reforma judicial las mayorías de Senado y Cámara de Representantes intentaban debilitar en forma grave el ordenamiento constitucional establecido para investigar, juzgar y condenar a los funcionarios aforados, incluidos obviamente los congresistas. Sólo la indignación nacional, la férrea posición de la prensa y luego la tardía pero enfática reacción de la Casa de Nariño, que objetó el acto legislativo, obligó al Parlamento a hundir una reforma llena de micos y orangutanes.

Sin embargo, pese a que algunos partidos y bancadas han querido sepultar el asunto y decir que es ya un “capítulo cerrado”, sin ni siquiera ejercer un natural ejercicio de autocrítica y sanción a los principales protagonistas del ataque directo a la Carta del 91, lo cierto es que el escándalo ha tenido muchas y muy graves repercusiones. De un lado, la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia abrió indagación preliminar a los conciliadores del polémico acto legislativo. Por otro, la Procuraduría también inició pesquisas disciplinarias sobre todos los parlamentarios para establecer si incurrieron en anomalías. Y como si tener a un Congreso sub judice por este burdo intento de institucionalizar la impunidad fuera poco, el Consejo de Estado decretó esta semana la pérdida de investidura parlamentaria a dos representantes, en tanto que un tercero fue capturado el jueves en el marco del proceso de la parapolítica, y una expresidenta del Senado también rindió descargos ante los magistrados en una investigación por presunto lavado de activos. Y de colofón, el senador que semanas atrás protagonizó un bochornoso incidente por manejar alicorado, empezó a ser procesado por el Ministerio Público y en el marco de la audiencia tuvo que pedir perdón por su proceder. Como se ve, el escenario de arranque de la legislatura, la tercera en este gobierno, es muy crítico para un Congreso sobre el que pesa, además, una campaña de recolección de firmas para promover su revocatoria.

¿Podrán Senado y Cámara revertir ese clima de desconfianza generalizada? No es la primera vez que el Parlamento está en el ojo del huracán. En el pasado gobierno, cuando decenas de “padres de la patria” desfilaron a tribunales y cárceles por nexos con paramilitares, se pensaba que el Legislativo no tendría futuro. Sin embargo, vinieron los comicios y el cambio de administración presidencial. Fue así como en el primer año la coalición de Unidad Nacional logró sacar avante proyectos de gran impacto, a tal punto que la legislatura fue calificada de “histórica” y por primera vez en mucho tiempo la imagen parlamentaria volvió a ponerse en números positivos.

En esta difícil coyuntura hay que volver por esos fueros. Pero para hacerlo, el Congreso debe demostrarle al país que está arrepentido del grave y reciente escándalo. Lamentablemente la rebatiña actual por las directivas de ambas cámaras, la espinosa competencia por las secretarías generales y, peor aún, la percepción pública de que Senado y Cámara le pasarán ‘factura de cobro’ a la Casa de Nariño por haberles echado toda el agua sucia por el trámite de la viciada reforma a la justicia, parecen evidenciar que el Parlamento no aprende de sus errores e insiste en simbolizar la politiquería rampante.

Lo más complicado es que en este segundo semestre están en la agenda legislativa proyectos tan urgentes como las reformas tributaria y pensional, el Código Minero, el ajuste al fuero de juzgamiento militar, el apretón a las corporaciones autónomas regionales o el Estatuto de Desarrollo Rural, entre varias iniciativas de primera importancia.

Será el mismo Congreso el que decida su futuro. Puede optar por encerrarse en sí mismo y prestar oídos sordos a las exigencias ciudadanas de rectificación. O actuar en consecuencia de la indignación nacional y tratar, con hechos tangibles, de enderezar el camino… Si elige lo primero el fantasma de la revocatoria asomará con más fuerza, pero si toma el segundo camino habrá una luz de esperanza, lejana pero cierta, para recuperar confianza y legitimidad.