Fuerza moral y prestigio
No faltan los que piensan que el poder de la Policía radica en la potencia de sus armas, su capacidad represiva, las tanquetas y los grupos especializados para combatir la delincuencia. En efecto, la parte material y de dotación es importante en toda fuerza policiva, sin ser el factor decisivo. El verdadero poder radica en la fuerza moral de sus oficiales, agentes y personal administrativo.
En Londres, por ejemplo, la Policía local se mueve y vigila constantemente la urbe en zonas delimitadas cuidadosamente y, por lo general, sin armas. Los habitantes de la capital inglesa conocen a los agentes del orden, los aprecian y respetan. Son conscientes de la inmensa responsabilidad que les compete en cuanto a garantizar el bienestar público.
En los cantones y anillos de población dentro de la capital británica, la Policía se mueve con eficiencia por las calles, pretende prevenir el delito y evitar que crezcan los grupos de inadaptados y delincuentes. Es una vigilancia insomne, apoyada en los informes de la comunidad organizada y por millares de cámaras que siguen los pasos de quienes violan la ley. La literatura anglosajona hace de sus policías y detectives verdaderos héroes y resalta su profesionalismo, competencia y el estar ligados íntimamente a las comunidades que procuran una vida mejor, siempre comprometidos con la civilidad.
No existe ese mismo compromiso entre nosotros. La sociedad, cuando no está organizada, poco colabora con las autoridades o tiende a verlas con hostilidad. La Policía, en tanto, marca distancia para no verse involucrada en los antagonismos sociales. Eso en las grandes urbes colombianas, pero el problema es mayor en los campos y las zonas periféricas, puesto que la población teme ser blanco de la subversión si se muestra amigable con los uniformados. En las veredas y corregimientos se dice: “el policía está de paso y nosotros estamos condenados a padecer la presión de los subversivos”. No se dan cuenta los habitantes que así piensan que si fueran solidarios con las fuerzas del orden, hace rato que la violencia habría sido derrotada, como lo demuestran los indígenas del Cauca que consiguieron reducir a varios integrantes de las Farc y condenarlos.
Como es en la fuerza moral donde reposa el prestigio y eficacia de la Policía en la defensa de la ley y el orden, el caso del subcomandante de la estación de Timbiquí, Cauca, investigado por su activa participación y colaboración en el ataque de las Farc contra Gorgona, que dejó un oficial muerto y cinco heridos, debe ser juzgado y castigado con la mayor severidad. Es la única manera de preservar la moral entre las tropas y reprobar semejante acto de traición.