Más vale prevenir que curar. Esa es la filosofía que siempre aplica el Banco de la República y que explica la lógica de su política en los últimos meses, sobre todo en materia de tasas de interés de intervención.
El viernes pasado la junta del Emisor determinó, por tercera ocasión consecutiva, aumentar en 25 puntos básicos su tasa, dejando el indicador básico en 4 por ciento. El reajuste era previsible, en cuanto los analistas económicos habían advertido que la evolución de la inflación en lo que va corrido del año ya prendió alertas tempranas y el panorama para el segundo semestre no será fácil, pues se teme que por efectos del fenómeno climático de El Niño y su impacto sobre el rendimiento de las cosechas, los precios de los alimentos vayan al alza y por ende el costo de vida registre una presión adicional. Impacto que también se verá en otros rubros como las tarifas de servicios públicos de agua y energía eléctrica.
Visto ese escenario, entonces, no es sorpresivo lo decidido por el Banco de la República. Es evidente, como lo sustentó el propio Emisor, que la inflación anual al corte de mayo se ubicó por encima de lo esperado y se acerca de manera más rápida al 3 por ciento, por lo que las expectativas de aumento en el costo de vida hoy son mayores. Si bien no hay riesgo alguno de un desborde en este aspecto, lo cierto es que mantener en cintura el costo de vida es una de las columnas vertebrales del manejo ortodoxo y objetivo de la economía colombiana y dados los buenos resultados en este flanco no hay razón para cambiar la hoja de ruta.
También es evidente que el crecimiento de la economía en el primer trimestre, que se ubicó en un predecible indicador positivo pero sorprendente 6,4 por ciento, demuestra que la economía se está acelerando y de allí que se haya revisado al alza la previsión. Ese aceleramiento implica, por igual, que la demanda de productos, bienes y servicios esté aumentando, así como la liquidez, por lo que resulta aconsejable algún control en este aspecto para evitar un sobrecalentamiento productivo.
Tanto el costo de vida como la capacidad adquisitiva del trabajador promedio, así como una tendencia descendente del desempleo, deben blindarse lo más posible y restringir el circulante de capitales siempre es una herramienta útil en este aspecto.
El propio Emisor advierte en su argumentación del pasado viernes que en la medida en que la inflación ha convergido al 3 por ciento, las diferentes tasas de interés reales han descendido. Pero agregó a pie juntillas que en mayo el crédito total continuó acelerándose, impulsado por los préstamos de modalidad comercial e hipotecaria. Y a ello se suma que el crédito de consumo dejó de desacelerarse. Esos indicadores son un síntoma que debe tratarse a tiempo, preventivamente, de manera tranquila y progresiva. No hacerlo, en opinión de los expertos que respaldaron la decisión del Banco, llevaría a que más adelante las medidas de intervención sean más drásticas e impactantes.
A todo ese cuadro debe adicionarse el análisis hecho frente a las tendencias de recuperación en E.U. y la zona Euro, la estabilización de las tasas en Asia y la desaceleración en América Latina de varias de las principales economías.
Como se puede ver, en medio del escenario descrito, restringir lenta y progresivamente la política monetaria resulta lógico, así como seguir incrementando la compra de dólares con el fin de estabilizar la tasa de cambio, pues la divisa aún no se acerca al promedio de cambio requerido, es decir, cercana a los 2.000 pesos.