La ley política del péndulo | El Nuevo Siglo
Sábado, 22 de Febrero de 2020
  • Correa, Lula y Morales amenazan con volver 
  • Responsabilidad en las mayorías democráticas

 

Se dice que por la ley del péndulo político, algo así como el eterno flujo y reflujo en los mares, los partidos contrarios se suelen turnar en el poder, por aquello de que las masas se fatigan de votar por los mismos con las mismas. Ello se da más en los países en donde impera el bipartidismo, como en Estados Unidos e Inglaterra, e incluso por largos años en la España democrática, pero no ocurre lo mismo en las naciones en las cuales desaparecen las fuerzas conservadoras, dejando el campo libre a la derecha populista y a la izquierda del mismo signo.

Mientras los partidos conservadores se mantuvieron fieles a sus principios en nuestra región fueron alternativa de poder y mantuvieron la capacidad de cautivar a las masas con base en sus tesis ideológicas y la empatía con la opinión pública. Es más, cuando comenzaron a desaparecer estas colectividades como potencia electoral mayoritaria, en algunos de los países del Cono Sur se sucedieron las dictaduras militares. Por ejemplo, en Chile es donde más se mantuvo ese partidismo ideológico y de principios, hasta que se le ocurrió al líder de centro derecha Eduardo Frei negarle el voto a Alessandri y apoyar la elección del socialista Salvador Allende. Esa equivocación condujo al médico de izquierda al gobierno, con la tragedia de llevar a su pueblo a la hambruna y el desastre económico. La gran masa poblacional desesperada y paupérrima apoyó, entonces, la intervención militar del entonces general Pinochet, un oficial de estado mayor poco conocido hasta el momento y que no solía dar declaraciones a los medios. Así se eclipsó por muchos años la democracia chilena.

En Uruguay, donde se sufrió una dura guerra subversiva y el derrumbe temporal de los partidos políticos, lo que dio paso al régimen de facto, finalmente se retornó la democracia y se dio la alternativa política de una izquierda moderada con una derecha conservadora. Esa firmeza de principios en la centro derecha, pese a la irrupción de los militares y la izquierda en el poder, es la que, de una parte, permitió que bajo la égida democrática personajes como José Mujica consiguiera los votos para la primera magistratura, lo mismo que se tuviera la alternativa de gobiernos conservadores en cabeza de los La Calle, padre e hijo.

En el otro extremo del espectro tenemos el caso de Lula da Silva, Rafael Correa y Evo Morales, que en Brasil, Ecuador y Bolivia, respectivamente, han tenido un decisivo influjo electoral. En los tres casos estos demagogos aparecen ligados a la verborrea chavista del llamado “Socialismo del siglo XXI” que, en teoría, es socialista pero, en la práctica, es una corriente política propensa a forjar una casta de áulicos al servicio del gobernante de turno, que por lo general no tiene otra finalidad que perpetuarse en el poder y enriquecerse ilícitamente. Correa, por ejemplo, ejerció el poder de manera casi despótica, modificó la Constitución, persiguió con saña a sus opositores y se encarnizó contra la prensa libre. Se las ingenió el mandatario ecuatoriano para mostrarse como moralista en tanto participaba, según las denuncias judiciales, de los jugosos negocios de Odebrecht.

Es más, consiguió elegir a su vicepresidente, Lenin Moreno, como su sucesor en una reñida campaña. Lo que nadie sabía es que Lenin se había desilusionado del modelo chavista y decidió jugarse por la democracia y la anticorrupción, lo que lo enfrentó a su antiguo jefe, hoy procesado penalmente por distintos delitos. Sin embargo, el exgobernante, ahora en el exilio, sigue contando con la solidaridad de la Internacional Socialista y el chavismo, que le brindan protección y asistencia. Tampoco reconoce a la justicia de su país y dice que es un perseguido político. Aun así, el exmandatario, que por ahora no está inhabilitado, mantiene la esperanza de reencaucharse políticamente. Es más, se dice que maneja un treinta por ciento del electorado, lo que le permitiría volver al poder, en cuerpo ajeno, si se repite la triste historia de ganar en minoría gracias a la división de la derecha.

En el caso de Lula, él también busca su resurrección política, pese a que fue condenado y estuvo en prisión. Aunque logró su libertad mediante maniobras torticeras en los tribunales, es claro que su regreso al escenario electoral -en cuerpo ajeno también- podría provocar el mayor daño a la credibilidad y la madurez de la nueva izquierda en Brasil, que busca reinventarse y dejar atrás todo el lastre de corrupción de los anteriores gobiernos del Partido de los Trabajadores. Amanecerá y veremos.

Bolivia también se enfrenta a una encrucijada similar. El renunciado presidente Evo Morales, que salió del poder al comprobarse el fraude electoral que quiso perpetrar en los comicios de octubre, quiere ‘resucitar’ también en cuerpo ajeno en los próximos comicios.

Visto todo lo anterior, la pregunta es una sola ¿Dejarán las mayorías democráticas de Ecuador, Brasil y Bolivia que los gobiernos que llevaron esos países a la crisis institucional y la corrupción se reencauchen impunemente?