* Crisis por alta demanda de microprocesadores
* Profunda disrupción de comercio trasnacional
La pandemia ha puesto de presente muchas noticias, pero asordinado otras. Entre las primeras hay que destacar, desde luego, todo lo que ha sucedido con las vacunas y las nuevas cepas del virus del covid-19. Y entre las segundas, lo que está aconteciendo con el comercio internacional y con las cadenas logísticas a través de las cuales fluyen suministros tan vitales para la economía moderna como los microprocesadores.
En este último campo, precisamente, se está presentando una crisis monumental que, sin embargo, ha pasado relativamente desapercibida a nivel global.
¿Cómo se explica, por ejemplo, que el costo de enviar un contenedor de China a Estados Unidos se haya incrementado en un 360% durante el último año? ¿Y por qué la ruta de Shanghái a Roterdam de ese mismo contenedor experimenta un incremento de fletes en los últimos meses de 359%?
Aunque las causas puedan diferir en algunos casos por situaciones muy particulares, todas tienen un común denominador: las repercusiones severas de la pandemia en materia económica y, sobre todo, en las dinámicas del comercio trasnacional. Por ejemplo, varios de los más importantes puertos de China han debido cerrar por varios meses ante la aparición de síntomas de coronavirus en sus operarios, como pasó en las grandes terminales de Ningbo y Yantian. En otros casos, se registran pedidos desmedidos de microprocesadores a los proveedores, como los que hizo la firma Huawei cuando vio que se venían restricciones para adquirir piezas claves de sus procesos productivos en Estados Unidos.
De otra parte, el largo encallamiento de un carguero que por varias semanas tuvo semiparalizado el tráfico por el canal de Suez también influyó en este desarreglo del comercio internacional.
Otra de las causas de este aumento desmesurado en el costo del transporte de carga tiene que ver también con los pedidos descomunales de microprocesadores que hicieron las multinacionales automotrices, una vez percibieron la recuperación de la economía mundial y la reactivación de la demanda de vehículos en sus principales mercados. Es más, algunas grandes productoras de automóviles (grandes usuarias de microprocesadores) han tenido que reducir o incluso suprimir varias de las líneas de producción previstas debido a la escasez de estos importantes componentes, base de sus novedades tecnológicas y funcionales modelo tras modelo.
Como es apenas obvio, las empresas que dependen del transporte y la logística internacional han visto afectadas sus cadenas de producción, no solo por los mayores costos de los fletes sino por la demora misma en la llegada de pedidos y materias primas. Un tema aún más complicado en esta época cuando muchas empresas aumentan su ritmo fabril con vista a la mayor demanda de final y cambio de año. El efecto lesivo es tal que marcas como Croc y Adidas ya reconocen que no van a poder cumplir con sus próximos compromisos a las cadenas minoristas.
Se trata de una situación grave, sobre todo tras un cierre de 2020 muy golpeado por la crisis pandémica, que impactó sustancialmente ventas de productos, bienes y servicios. A hoy las esperanzas de empresas de todo el globo están puestas en lo que pase en lo que resta de 2021, ya que la situación sanitaria es menos grave.
Pero no solo los precios del transporte marítimo están disparados y los conteiner escasean: también lo está la capacidad de carga en el transporte aéreo pues, ante los cuellos de botella de las compañías que prefieren líneas marítimas, las empresas que necesitan apremiantemente sus materias primas y componentes industriales se han volcado sobre las aerolíneas, pero están también están desbordadas.
De este modo, los fletes del comercio están mostrando índices insospechados de alza que, en ocasiones, alcanzan niveles del 200% y más de los que se registraban hace un año. Un grupo importante de compañías, cuyos insumos dependen en gran parte de los despachos internacionales de partes e implementos, principalmente de origen chino, está calculando que los fletes marítimos este año se están multiplicando por un factor de cuatro en relación al costo antes de la pandemia. Estos mayores valores lo terminarán pagando, por supuesto, los consumidores finales.
Como se ve, el coronavirus no solo ha implicado grandes ajustes en las políticas de salud pública y en los patrones de gasto de los Estados para amortiguar los efectos devastadores que ha tenido en las estructuras sociales. También está teniendo efectos disruptivos de inmensa gravedad en el comercio internacional y en las cadenas de suministros. Un hecho que ya tiene grandes y graves implicaciones.