* Fiabilidad en destrucción de narcocultivos
* Colombia tendrá sistema propio de medición
La lucha contra el narcotráfico no da tregua. Por el contrario, día tras día exige de las autoridades colombianas una mayor eficiencia en el combate a todos los eslabones de este flagelo. Y en ese marco uno de los elementos fundamentales para establecer los avances y retrocesos es, sin duda, el contar con un sistema fiable de medición de resultados antidroga.
Aunque en este frente hay distintos mecanismos que funcionan de forma sólida, no ocurre lo mismo en una de las variables más determinantes: la extensión de narcocultivos que existe en el país, cuántas miles de hectáreas fueron erradicadas durante un lapso determinado y cuántas sobrevivieron a la ofensiva de la Fuerza Pública y los programas de sustitución voluntaria de sembradíos de hoja de coca, marihuana y amapola.
La última prueba fehaciente de esa falencia se dio, precisamente, a mitad de este año, cuando se dieron a conocer los dos informes más importantes sobre la cantidad de cultivos ilícitos en nuestro país. En primer lugar el Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci) de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito reportó una reducción del 7% en el área sembrada con coca en Colombia, pasando de 154 mil hectáreas en 2019 a 143 mil en 2020. También se indicó que la capacidad de obtención de cocaína por hectárea se incrementó a pesar de la reducción del área sembrada. Semanas después la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas de la Casa Blanca señaló todo lo contrario: de 212 mil hectáreas en 2019 se pasó a 245 mil al cierre del año pasado. En el mismo lapso se pasó de 936 toneladas métricas producidas de cocaína a 1.010.
No es la primera vez que las cifras de ambos informes presentaban diferencias. En años anteriores también lo hicieron debido a que utilizan sistemas de medición distintos. Uno se enfoca más en rastreos satelitales y otro en la verificación sobre terreno. También constatan en tiempos distintos del año y con duración variable… Sin embargo, lo ocurrido este año fue más complicado, porque la tendencia fue contradictoria: en el del Simci los sembradíos ilegales disminuyeron en una pequeña proporción pero en el de Estados Unidos aumentaron sustancialmente. Y lo más paradójico, es que en uno y otro estudio de destacó el récord de erradicación de narcocultivos logrado por las autoridades colombianas el año pasado, cuando se llegó a la impresionante cifra de 130 mil hectáreas destruidas y más de 470 toneladas de clorhidrato de cocaína incautadas, un 17% más que en 2019.
Visto la profunda diferencia entre ambos informes, el gobierno Duque anunció que se instalaría una instancia con las autoridades norteamericanas para unificar los sistemas de medición de cultivos ilegales en Colombia. Ese objetivo va avanzando y se espera ponerlo en práctica el próximo año, según lo confirmó el Ministro de Defensa en entrevista ayer con este Diario.
Pero aún más importante es que el titular de la cartera anunció que Colombia ya está confeccionando su propio sistema para medir los resultados de los procesos de erradicación. Un mecanismo integral, con duración anual, georreferenciación y otras herramientas que permitirán tener información más exacta sobre la eficacia de la destrucción de los cocales o su sustitución voluntaria por parte de las 100 mil familias campesinas que firmaron pactos al respecto.
La necesidad de ese mecanismo propio es mayor aún si se tiene en cuenta –una de las pocas coincidencias entre los informes del Simci y la Casa Blanca- que la capacidad de obtención de cocaína por hectárea se ha incrementado en los últimos años, lo que obviamente resta eficacia a la reducción del área sembrada.
Es importante, en todo caso, que tanto el sistema colombiano como el de la agencia de la ONU y el del gobierno estadounidense traten de unificar mecanismos de medición y cálculo de las variables. La idea es tener una información más exacta y precisa, lo más cercana al tiempo real, y no que ahora no sean dos estudios disímiles, sino tres. Urge, por ejemplo, que se evalúe de forma más certera el porcentaje de resiembra de los cocales una vez son destruidos por las autoridades. Este es, sin duda, uno de los cuellos de botella en la eficacia del combate a la producción de narcóticos en Colombia.
Habrá que esperar a que se oficialice el sistema colombiano y que el próximo año, cuando se conozcan sus resultados y el de los dos otros dos informes tradicionales, haya más certeza sobre los avances y retrocesos en el campo antidroga y cómo debe reforzarse la estrategia integral para reprimir lo más posible el narcotráfico.